El ciclismo es, para muchos, el deporte más imprevisible y espectacular del mundo. “Alcorconazos” (y Leicester también) aparte, tanto fútbol como baloncesto presentan, cada año, un guion que dista bien poco de lo que meses después acaba aconteciendo. Los favoritos son los favoritos y los favoritos ganarán. Esa es la tónica y quien diga lo contrario miente.
En el ciclismo, y en este Giro concretamente, esa expresión está más descontextualizada que nunca. Valverde, Nibali y Landa eran, sobre el papel, el trío de aspirantes al rosa. Sus victorias este año, su palmarés en grandes vueltas de años anteriores y su “nombre” hacían pensar a aficionados y a las siempre desconfiadas casas de apuestas que uno de los tres se llevaría la victoria final en Turín.
Con un Dumoulin imperial, en Holanda y en Roccaraso, las posibilidades del neerlandés, quien venía únicamente a disputar las contrarrelojes, se multiplicaban exponencialmente. Liderato, buenas piernas y un estado de forma espectacular. Delgado como pocas veces le hemos visto y rematando a todo un Vincenzo Nibali camino de la primera llegada en alto.
Al día siguiente, dijo adiós. Movistar, quizás en la única operación satisfactoria a nivel táctico en lo que llevamos de Giro, alejaba al holandés del sueño rosa. Valverde atacaba. Lo hacía con fuerza y a sabiendas de llevar, en la escapada, a Rojas y Sutterlin por delante. Compenetración perfecta de la escuadra telefónica y despedida agria para un Dumoulin que solo un día después de anunciar que se planteaba luchar por la general decía adiós, de golpe y porrazo, a todas sus opciones.
Solo la contrarreloj podía revitalizar al de Giant. El golpe moral había sido devastador. Desmotivado, el holandés completo una contrarreloj mediocre para un hombre acostumbrado a pulverizar registros sobre la “cabra”. Él fue el perdedor aquel día. Vencedores hubo muchos, algunos sorprendentes. Roglic, que lograba un grandísimo triunfo de etapa; Landa y Valverde que apenas cedían cinco y diez segundos con Nibali; y también Brambilla, que para sorpresa de todos, lograba mantener el rosa por tan solo un segundo.
Al día siguiente abandonó Landa. La sorpresa mayúscula. Un inoportuno dolor estomacal tras la jornada de descanso le obligaba a abandonar camino de Sestola. Otro golpe de efecto a la carrera. Movistar, con Amador y, sobre todo, con un Valverde que parecía pedalear en otra galaxia, tomaba las riendas de la carrera. El Giro tenía un nuevo patrón.

Nibali apenas se movía y cuando lo hacía, todos los favoritos lograban seguirle. No parecía estar en su mejor momento el corredor siciliano. Movistar jugaba la baza de Amador mientras prefería guardar a un exultante Valverde para los Dolomitas.
Allí, ayer, de nuevo, otro golpe de efecto. Quien más en forma parecía, se dejó ayer tres minutos con Kruijswijk y Chaves. Valverde, hasta ayer el aspirante más sólido, entraba en meta desfondado. Antes que él, lo hicieron dos nuevos y rejuvenecedores ciclistas. Con cierta experiencia en estos lares y habiendo sido protagonistas en pasadas grandes vueltas, un colombiano y un holandés ayer creyeron y soñaron. Chaves y Kruijswijk no solo soportaron el demarraje de Nibali, aquel que ni siquiera inmuto a un Valverde que pedaleaba aletargado, sino que incluso pudieron con él. El Tiburón mordió menos ayer de lo que hubiera deseado, y tuvo que ver cómo, aun habiendo desarmado a quien creía su rival más débil, dos nuevas bestias se repartían los dos premios por los que había luchado durante todo el día: la etapa y el liderato.
Kruijswijk se vistió de rosa y Chaves se llevó la etapa. Ahora son primero y tercero en la general, con un vigilante y siempre valiente Vincenzo en segundo lugar. Cuarto es Valverde y quinto Amador. La pareja de Movistar se hundió ayer. Posiblemente para ambos, sobre todo para el murciano, uno de los días más difíciles de su carrera.

Aun así, queda mucho Giro, mucho Giro y muchos golpes de efecto aun que pueden llegar. A las pruebas me remito. Sin echar demasiado la vista atrás, el año pasado, Alberto Contador gozaba de un sólido liderato en la penúltima etapa del Giro cuando un mal momento en las rampas de Finestre a punto estuvieron de entregarle a la dupla Landa-Aru, más débil que el pinteño en etapas anteriores, el liderato. En el pasado Tour, un incontestable Chris Froome aventajaba en más de dos minutos a todos sus rivales en la Pierre St Martin. Semanas más tarde, casi pierde el amarillo en la última ascensión a Alpe d´Huez. En la pasada Vuelta a España, un sólido Dumoulin, que había respondido a ataques en puertos de entidad como Sotres o Ermita del Alba, veía como no solo el liderato, sino también la ilusión de estar en el pódium se desvanecía cuando perdía contacto con los favoritos metros antes de coronar Morcuera en la penúltima etapa.
Son solo ejemplos. Terreno queda aún mucho, muchísimo. Una semana en la que tan solo una etapa puede considerarse de “transición”. Hoy cronescalada, en la que por suerte para Movistar, visto lo visto hasta ahora, no valen tácticas. Ganará el más fuerte.
El martes, tras un nuevo y peligroso día de descanso, el final en Andalo. Un encadenado de varios puertos de segunda que concluirá con una emocionante ascensión final con unos 2 km al 6,6%. Después Pramartino, con sus rampas al 18% y su peligroso descenso. Y para finalizar, y si la nieve lo permite, los Alpes. Agnello, Risoul, Vars, Bonette-Restefond y Lombarde resuenan en la mente de los corredores. Suficientes puertos, suficientes posibilidades, suficientes metros de desnivel para que pueda ocurrir de todo. Porque con todo lo que queda…Valverde puede (o no) ganar el Giro. Pero recuerden: esto es solo una opinión.