Tadej Pogacar (UAE) se paseó este domingo por París, con aún 21 años, vestido de amarillo y celebrando el que suponía el primer Tour de Francia ganado por un corredor esloveno. Segundo en la general le seguía otro esloveno, Primoz Roglic (Jumbo), y tercero Richie Porte (Trek), quién ya tiene la foto de su vida.
Esta edición del Tour ha dejado un podio inédito con tres corredores que nunca habían logrado alcanzarlo, empezando por Richie Porte, que lo había intentado en múltiples ocasiones. El corredor australiano desde que dejó el Sky en busca de la gloria personal en el Tour había coleccionado un quinto puesto, un undécimo y tres abandonos. Desde 2015 podía parecer uno más de aquellos súper gregarios a los que les queda grande la palabra líder de equipo pero, domingo, consiguió el «triunfo» de su vida en forma de tercer puesto. Un podio del que todo el aficionado ciclista se alegró pero que ninguno disfrutó. Nadie lo disfrutó porque apenas se le vio en montaña tratando de ceder el mínimo tiempo con los dos eslovenos y el único día que estuvo grande, con un meritorio tercer puesto empatado a tiempo con Dumoulin, todo el mundo estaba pendiente de las contrarrelojes de Pogacar y Roglic.
Pero Porte es un corredor al que la mala suerte le había rodeado desde que era líder de equipo y por fin terminaba un Tour de Francia pudiendo pasar por encima de sus percances consiguiendo esa ansiada fotografía con el Arco de Triunfo al fondo. Una fotografía que había prometido a su madre, quién se levantaba con su hijo Richie cuando era pequeño los meses de julio a las dos de la mañana para ver el Tour de Francia desde Australia. Y esto, al aficionado ciclista le encanta, no puede evitar alegrarse pese al conservadurismo del australiano.
Además ver a Porte en el podio implicaba no ver a Miguel Ángel López (Astana). Un ciclista que ya no generaba demasiada simpatía al aficionado y que al acabar la etapa del jueves se ganó su enemistad total. Porte pinchó en el último puerto y mientras Landa (Bahrain) y Mas (Movistar) le pedían colaboración el colombiano se la negó. En meta explicó que no colaboró porque «el cuento no iba conmigo, Landa y Mas estaban más necesitados de tirar». Pensaba que la ventaja que tenía sobre Porte, un minuto y 39 segundos, era suficiente para conservar el podio. Nada más lejos de la realidad, en la contrarreloj perdió con el australiano 4 minutos y 56 segundos y no solo eso, también perdió la posición en la general con Landa y Mas para terminar sexto.
Por delante de Richie Porte en la general ha quedado Primoz Roglic. Ha sido el gran capo de la carrera venciendo una etapa y liderando la carrera desde el décimo día hasta el vigésimo gracias a un equipo tirano. Tirano porque el equipo tenía gregarios exhibiéndose en montaña tanto como lo hacían los de Sky, porque en la contrarreloj del penúltimo día colocaron a tres de los cinco primeros y porque incluso el primer día cuando decidieron que no se compitiera el pelotón les hizo caso.
Pero a veces las tiranías no saben sofocar todas las revueltas. Roglic en el Giro del año pasado perdió tiempo todos los días de montaña de la última semana o no rindió como se esperaba en la contrarreloj final del Tour 2018 cuando todo el mundo pensaba que podía levantar el podio a Froome. Nada de eso hizo pensar a su equipo, el mejor del mundo, que había que montar una escabechina para sacar más tiempo a Pogacar que casi corría solo. Formolo y Aru habían abandonado, corredores como Marcato, Kristoff o Stake Langen eran casi inservibles en una trampa montañosa y el joven esloveno hubiese quedado a merced de Polanc y un De la Cruz con el sacre fracturado.
En el año 1955 el dictador Batista le perdonó a Fidel Castro una pena de cárcel de 15 años de prisión para que este acabara desembarcando seis años después en Sierra Maestra y le derrocara del poder. Algo parecido le pasó a Roglic. Perdonó a Pogacar cuando tuvo terreno para rematarlo y este apareció en el pie de la Planche des Belles Filles cual Fidel en Sierra Maestra, convirtiendo en inevitable lo que parecía imposible. Los guerrilleros de Sierra Maestra tienen ganado su lugar en la historia, la exhibición de Pogacar el sábado también.
Tiene ganada su lugar en la historia por muchísimos factores. El primero un hecho objetivo y al que no se le debe dar menos importancia pese a la cantidad de nuevos talentos que aparecen a una edad cada vez más temprana: Pogacar es el segundo corredor más joven de todos los tiempos en ganar el Tour de Francia. También es objetivo que la hazaña le valió para ganar la general, confirmar el maillot de mejor joven y la victoria en la montaña. Dos maillots a parte del amarillo, algo que en la carrera solo había logrado el inigualable Eddy Merckx. Otro factor es el ya mencionado antes, venció a uno de los equipos más sólidos de la historia del Tour sin usar a su mermado equipo ninguno de los días que ganó tiempo. Y finalmente por la convicción y el hambre de victoria que rodean a un chico que este lunes cumplía 21 años.
Convicción porque la exhibición dada en la contrarreloj viene precedida de una última etapa de montaña en la que no pudo dejar a Roglic y una penúltima en la que este le había metido tiempo. También es ejemplo de convicción como tras perder casi un minuto y medio en los abanicos salió el día del Peyresourde a recuperar tiempo sin dar lugar a los lamentos.
Pero sobretodo es reseñable el hambre de victoria que hay en el. Hasta el último día decía que no le valía hacer segundo, que quería ganar el Tour y esto es especialmente insólito en el ciclismo de hoy en día. Si miramos los diez primeros de la general antes de empezar la tercera semana, que aún no habían propuesto nada y cuyo único ataque importante fue el del propio Pogacar en el Peyresourde, la situación era la siguiente: Urán tercero (segundo en 2017), M.A. López cuarto, Yates quinto (cuarto en 2016), Porte sexto (quinto en 2016), Landa séptimo (cuarto en 2017), Mas octavo, Quintana noveno (segundo en dos ocasiones) y Dumoulin décimo (segundo en 2018 pero era el compañero del líder). Estamos hablando de que más de la mitad de los nueve primeros de la general ya había logrado en el Tour de Francia una mejor posición de la que en ese momento tenían y el único que había intentado algo y hablaba de asaltar objetivos mayores era un debutante de 21 años.
La valentía de Pogacar ha sentado como agua bendita para el ciclismo. Un corredor que tirando de raza se ha impuesto a un equipo entero y ha roto con las tiranías que veníamos viviendo desde que apareció el Sky en 2012. Pero el ciclismo convive con una lógica camusiana que incluso los días más felices se pueden ver rodeados por un aura que les arrebate todo el sentido. Saber que Matxín es el director del equipo del joven esloveno implica echar una mirada de reojo al futuro y confiar que esta vez no pase nada. Porque los días más negros de la historia de este deporte nunca han sido en carrera, siempre han llegado con el tiempo. Ojalá este mismo tiempo no nos lleve nunca a tener que quitar la contrarreloj del sábado de la historia del ciclismo y si nos lleve a escribir sobre otras muchas tardes gloriosas de julio de Tadej Pogacar en el Tour de Francia.