La Vuelta 2016 afronta mañana la primera de sus paredes imposibles: el Mirador de Ézaro. Dos kilómetros directos al balcón de la Coste da Morte. Hasta allí, 2 km con una media superior al 13% y con rampas que alcanzan el 30%. Un infierno junto al cielo, junto a la espectacular cascada donde desemboca el río que da nombre al mirador.
Debutante en la ronda española en 2012 e incluido en la edición siguiente como puerto de paso, la ascensión a Ézaro es siempre sinónimo de espectáculo. Las rampas imposibles encumbraron a Joaquim «Purito» Rodríguez en la espectacular Vuelta de 2012 e hicieron las delicias de quienes, un año después, presenciaron el paso del pelotón dirección Finisterre.
Mañana, el recorrido será bien distinto a ediciones precedentes. Por si fuera poca la dureza de la ascensión final, los corredores deberán afrontar, durante los 170,6 km entre Marín y Ézaro, dos altos más antes de la subida final.

Tras 108 km de recorrido, los ciclistas comenzarán la ascensión al Alto Lestaio. Un puerto de tercera categoría -8,3 km al 5,3%- que añadirá un castigo extra antes de los últimos y exigentes 30 kilómetros.
A falta de 30 kilómetros, el pelotón afrontará la ascensión al Alto Das Paxareiras, de segunda categoría. Con varios descansos, sus 9,3 km al 5,4% esconden verdaderos «muros». Su último kilómetro alcanza incluso el 16%.

Tras su posterior descenso y el correspondiente sprint intermedio -en Caldebarcos- los ciclistas dirigirán su pedalear, sin más demora, hacia Ézaro. Allí será un sálvese quien pueda. Rampas de vértigo -algunas del 30% sobre un rugoso hormigón- y una estrecha escalera al cielo. Muchos pondrán pie a tierra y otros, un pie fuera de la lucha por la general.
Valverde, Froome, Nairo o Chaves son los favoritos a vestirse, mañana, con el maillot rojo. Si se encuentra bien, será la primera oportunidad para que Contador comience a recortar los 52 segundos que perdió en la jornada de ayer. Veremos quien tiene mejores piernas.