Hay ataques y ataques. Ataques de peseta, de esos que son más un anuncio publicitario que un acto deportivo. Ataques suicidas, aquellos que tienen lugar a decenas de kilómetros de la meta o en carreteras vertiginosas y a velocidades impensables hasta para vehículos motorizados. Para algunos elegidos, existen los ataques oportunistas, esos que se realizan cuando hay que realizarlos, cuando las piernas del resto no responden y sus mentes divagan. Ataques hay de muchas clases y con distinto fín. Recordados por su valentía, a pesar de su final infortunio, como el de Contador en Galibier de 2011; otros por su incuestionable tesón, como los realizados por Nibali ante Chris Horner en la ascensión final a L´Angliru; muchos por su tardanza o por ser realizados a destiempo (aquí algunos saben mucho); pero pocos, muy pocos, son recordados por ser sencillamente brutales. Quizás alguno de los realizados por Armstrong en sus buenos años, y sobre todo los protagonizados por Fabian Cancellara en Flandes y Roubaix vistiendo el maillot de campeón suizo, podrían alcanzar esta categoría.
Este verano, un 14 de julio, fiesta nacional en Francia, con las empinadas laderas de la Pierre St Martin como escenario y con millares de espectadores como testigos, un británico, alto y espigado, se postulaba con firmeza y voluntad para entrar de lleno en esta categoría. Ataviado ya en aquel momento con el maillot amarillo de líder, Froome fue más líder que nunca. Con la ayuda del equipo más poderoso desde el temido US-Postal, el británico Sky de Dave Brailsford, el nacido en Nairobi, afrontaba la primera jornada de montaña del pasado Tour. Como ya hemos dicho lo hacía de líder, pero con serias dudas de si podría o no doblegar a los muchos rivales que pretendía derrumbarle a él y a su poderosa escuadra. Nibali, Quintana, Contador, Van Garderen, Valverde, Pinot, Bardet, Peraud… La lista era sencillamente inabarcable y las expectativas entre el público, enormes.
La etapa en sí no contaba con más dificultades que la subida final. Terreno llano y tranquilo antes de la esperada ascensión final. Movistar y Cannondale-Garmin quisieron saltarse el guión y sorprender: demasiado expeditivos quizás. Provocaron el sufrimiento de hombres importantes eso sí: Pinot, Rui Costa, Kwiatkowski e incluso el mismísimo Vincenzo Nibali se vieron cortados. Favoritos caídos y favoritos abandonados: ese fue el panorama que a falta de 12 kilómetros se encontró Chris Froome. Los pocos favoritos que quedaban estaban solos. Contador por falta de compañeros y Quintana con la única ayuda de Valverde ante el desgaste que habían sufrido el resto de gregarios.
Oportunidad inmejorable y evidentemente oportunidad que debía ser aprovechada. A falta de 7 km para el final, el británico se echa mano al transmisor e intercambia brevemente unas palabras con el coche. Las consecuencias de esa conversación no tardan en verse. Richie Porte, el australiano fiel compañero en todos los triunfos de Froome, arrancaba la moto. Ponía un ritmo endiablado y rompía el grupo de favoritos en mil pedazos. Valverde, Contador, Rolland o Purito quedaban derrotados, ya no por el líder, sino por el último gregario de quien vestía aquel día el maillot jaune.
Solo Quintana marchaba junto a la dupla del Sky y solo él parecía poder aguantar un ataque de Froome. Parecía. ¡Qué bonito es soñar! Con 6 km aún por delante y en las rampas más duras de la ascensión, el líder cambiaba el ritmo. Los allí presenten miraban incrédulos. ¿Cómo se podía subir tan rápido? Froome lo estaba haciendo. La diferencia con el resto era más que evidente. Cada metro más distancia, más lejos. Pedaleaba hacia otra galaxia, hacia una de las mayores exhibiciones de la historia reciente del Tour.
Las cifras sencillamente hablan por sí solas. En 6 km distanció a Quintana en más de un minuto, a Contador en casi dos y a Nibali en cinco. El Tour, aunque por el momento lo desconocíamos, había quedado visto para sentencia. Aún quedaban montañas y oportunidades, ataques y contraataques, posibilidades de sorprender y posibilidades de intentarlo. En ocasiones simplemente no se optó por plantear batalla y en el resto Froome fue sencillamente mejor. Hubo ataques eso sí, pero sin duda ninguno como este.