Hay una figura en ciclismo, un tipo de corredor, que condiciona las carreras, para bien y para mal: el ciclista con el que nadie quiere llegar al sprint. A menudo no es un velocista puro, aunque también se mete y gana en sprints masivos. Y esta temporada pocos han representado mejor este personaje que Alexander Kristoff.
Desde que en febrero presentara sus credenciales en Omán y Qatar, Kristoff ha condicionado todas las carreras en las que ha participado, sobretodo las clásicas. Todos sus rivales han intentado descolgarlo en puertos y cuestas de todo tipo y, en general, no lo han logrado. Es decir, que las victorias de Kristoff han tenido doble mérito, porque en la mayoría de carreras ha partido como favorito y ha sabido bregar contra todos sus rivales, que han intentado vencerle de todas las maneras que uno se puede imaginar.
A pesar de que nadie le ha regalado nada, los números de Kristoff esta temporada son para enmarcar y solo se les puede encontrar un pero: no ganar ninguna etapa en un Tour al que seguramente llegó fundido por culpa de una primera mitad de año cargadísima de carreras. En definitiva, podríamos buscar maneras más originales de narrar el año de Kristoff, pero lo cierto es que los resultados hablan por sí solos.
Después de exhibirse en la península arábiga, de vuelta a Europa firmó una «discreta» 11ª posición en la Omloop Het Nieuwsbald, pero al día siguiente, en la Kuurne-Bruxelles-Kuurne, solo Mark Cavendish, en un momento de inspiración que no se ha repetido demasiadas veces este 2015, lo superó en el sprint. En París-Niza se llevó una etapa. Y poco le faltó para revalidar su triunfo en el primer monumento del año, la Milán-San Remo. El plan de Katusha fue casi perfecto. Paolini hizo un trabajo increíble -imagen que se ha repetido varias veces esta temporada- y tras marcar el ritmo en toda la subida al Poggio, dejó a Kristoff en la recta de meta en posición de disputar el sprint, pero se apartó 50 metros antes de tiempo y el noruego tuvo que lanzar la volata desde demasiado lejos. Aun así, aguantó las arremetidas de todos sus rivales, excepto la definitiva de Degenkolb.
Se acercaban las piedras y el nombre de Kristoff aparecía en todas las quinielas: no sólo llevaba años demostrando que sabía correr sobre pavés, sino que además llegaba en un estado de forma envidiable. Cuarto en el E3 Harelbeke y noveno en la locura de la Gent-Wevelgem (con victoria para su fiel compañero italiano), a medida que nos acercábamos al Tour de Flandes, más sobrado se veía al noruego. En los Tres días de La Panne, disputados de martes a jueves de la misma semana que De Ronde, ganó dos etapas, el segundo sector de la tercera y se llevó la general. Y en Flandes sencillamente no tuvo rival. Tan seguro estaba de sí mismo, que ni siquiera esperó al sprint. Respondió a un ataque de Terpstra, se pusieron de acuerdo para trabajar juntos -decisión un poco extraña de Etixx- y ganó el sprint al holandés sin aparentes dificultades.
Tres días después de ganar el segundo monumento de su carrera deportiva, se llevó el sprint de Scheldeprijs y su nombre volvía a sonar con fuerza como candidato para ganar la Paris-Roubaix, pero ese domingo no tuvo su mejor día y no pudo pasar de la décima posición. En cualquier caso, saldaba la temporada de piedras con un sobresaliente.
Estuvo luego un mes sin competir y volvió con la misma ferocidad: dos etapas en el Tour de Noruega, tres en el Tour de los Fiordos y victoria en el GP du canton d’Argovie. Todo en menos de 25 días. Pero en junio y julio probablemente acusó los esfuerzos de toda la temporada y bajó ligeramente sus prestaciones. Consiguió ganar una etapa en el Tour de Suiza, pero en otras etapas en las que habría podido ser protagonista se desentendió de la carrera. Y en el Tour nunca se lo vio con el golpe de pedal de marzo y abril, aunque logró ser tercero en un par de etapas.
Pero sólo fue un bache de dos meses. En la Arctic Race ya ganó una etapa y en las clásicas de finales de agosto y principios de septiembre volvió a ser el ciclista que había sido en la primavera: segundo en la Vattenfall Cylassics, primero en el GP Ouest France – Plouay y tercero en Quebec. Acabó la temporada haciendo cuarto en el Mundial, solo por detrás de Sagan, Matthews y un sorprendente Navardauskas, que cada día que pasa se le tiene que tener más en cuenta en las llegadas masivas.
En principio, en 2016 Kristoff repetirá el mismo calendario de esta temporada, con la diferencia de que además piensa correr el Giro. Y, también en principio, se espera de él que vuelva a ser una de las referencia del pelotón, el corredor que obliga a los otros equipos a tensar en la Cipressa, el que fuerza que los clasicómanos traten de descolgarlo en el Paterberg, el que de vez en cuando se cuela entre los sprinters más puros y les roba la cartera.