26 de julio de 2014. En un Tour descafeinado por los abandonos de los grandes favoritos, Alberto Contador y Chris Froome, antes incluso de la primera etapa de montaña, Vincenzo Nibali imponía un dominio incontestable. 7 minutos era la diferencia de la que gozaba el italiano sobre sus más directos rivales, antes de partir en los 53 kilómetros que unían Bergerác y Perigeux. Salvo sorpresa la victoria sería para el italiano y salvo sorpresa también, le acompañarían un Jean Cristophe Peraud y un Alejandro Valverde, que a pesar de perder escasos diez segundos con Thibaut Pinot, parecían, sin duda, superiores al corredor de la escuadra de Marc Madiot.
Con los tres candidatos a esas dos plazas de pódium afrontando ya los primeros kilómetros de aquella exigente contrarreloj, las predicciones volaron por los aires y con ellas las ilusiones de cuantos españoles deseaban que el de Las Lumbreras (Murcia) lograra ya ese tan ansiado pódium. Nueve años de su debut en el Tour de Francia de 2005. Nueve años de su victoria en Courchevel ante el todopoderoso Lance Armstrong y nueve años siendo la eterna promesa, el eterno candidato a un pódium que por una razón u otra, siempre acababa escapándosele. En 2005, cuando marchaba 5º en la general, fue una lesión en la rodilla lo que le obligó a abandonar el Tour cuando portaba el maillot blanco de mejor joven. Al año siguiente, y con las ausencias de Ullrich, Basso o Mancebo tras la desgrada Operación Puerto, el murciano partía con todas las papeletas para devolver a nuestro país un amarillo que se resistía desde la época de Induráin. En esta ocasión, fue una caída, camino del Cauberg, en la que se fracturó la clavícula, viéndose obligado así a abandonar una vez más, entre sollozos, la que siempre fue, es y será, la carrera de sus sueños. En 2007, la irrupción de un jovencísimo Alberto Contador y su pobre actuación en la contrarreloj de Albi (tras haber brillado en los Alpes), apenas le dejaron lograr un mediocre sexto lugar. La preparación resultaba ideal, pero ese nefasto “día malo” de Valverde parecía querer condenarle eternamente a no lograr el que había sido su sueño desde pequeño.
2008 no pudo empezar mejor. Victoria en la primera etapa y liderato. Con Contador sin correr por la sanción que el Tour le impuso a su equipo, el Astaná, por los escándalos de la pasada edición, el murciano tenía una nueva oportunidad para ganarse de nuevo el apoyo del público español. Portada de todos los periódicos tras su triunfo en Plumelec parecía que este sí, sería el Tour de Valverde. Al menos, así fue hasta que una desgraciada caída antes de los Pirineos le hiciera perder contacto con el resto de los favoritos en la ascensión al Tourmalet. El grupo principal tirado por un Cancellara, llegado de la fuga, veía la debilidad del murciano y aceleraba notablemente el ritmo para eliminar al que hasta ese momento era el gran favorito para el amarillo final. Recuperado de la caída y del mazazo que supuso este nuevo desencuentro con la Grand Boucle, Alejandro firmaba una anodina octava posición.
Por si fueran pocos las trabas que el Tour puso en su camino, en 2009 comenzó su particular culebrón con el Comité Olímpico Italiano. Una actuación ilícita del organismo italiano a la hora de obtener el ADN del murciano permitió al juez Ettore Torri, cotejar bajo una dudosa legalidad, los datos de Alejandro Valverde con los de la famosa bolsa “Valv-Piti”, requisada por la Guardia Civil en la llamada Operación Puerto. Una supuesta coincidencia entre ambas muestras fue suficiente para que el murciano fuera sancionado con 2 años en territorio italiano. El Giro d´Italia o la Milán-Turín desaparecía así del calendario de un Valverde, que para colmo, debía renunciar a participar en el Tour de ese mismo año al disputarse en el país transalpino apenas 30 kilómetros en una de las etapas alpinas. Enrabietado, Valverde destrozó el resto de carreras y venció con autoridad en la Dauphine Liberé tras un potente demarraje en las laderas del Mont Ventoux. Y así llegó a la Vuelta, a su Vuelta. Descansado como pocos años era su momento. Calculador como nunca y corajudo como siempre, Alejandro se apuntaba por primera vez una vuelta de tres semanas. Toda una reivindicación ante todos aquellos que criticaban su obsesión por las grandes rondas ciclistas.
Y así llegó su parón. Un parón de 2 años entre 2010 y 2012 por una sanción que aún hoy resulta cuanto menos extraña y escabrosa. Aun así su mensaje seguía siendo el mismo: “Cuando vuelva, volveré a mi carrera, al Tour”. Y así lo hizo. Tras un 2012, ya en Movistar, y con triunfos en Down Under, París-Niza, Andalucía y una maravillosa labor de equipo en Suiza en favor de la victoria final de su compañero Rui Costa, el de las Lumbreras llegaba al Tour con la misma ilusión del año en que debutó. Con la ausencia de Contador por sanción, Valverde volvía a ser la gran baza española para meterse en el prestigioso pódium final de París. Lastrado por las caídas, los inoportunos pinchazos y una exigente jornada de abanicos camino de Rouen, hacían que la opción de buscar un puesto de honor en la general volviera a esfumarse. No así, la del triunfo de etapa. Lo intentó en Alpes, pero tuvo que ser en Peyragudes, en una de las jornadas de montaña más duras que se recuerdan en los últimos años, cuando la casta y la garra de un corredor que corría no solo para él, sino para todos aquellos que habían dudado de su honestidad, le valieran un siempre recordado triunfo.
Recargado de energía, volvió al Tour en 2013. Siempre fiel a su carrera, Alejandro firmó en esta edición una de sus mejores actuaciones en la ronda francesa. Concentrado en la primera semana y aguantando más que nadie las arrancadas de un intratable Froome en Ax 3 Domaines, el murciano salía del primer bloque de montaña (ya transcurrida la primera crono) asentado en la segunda posición de la general y sin nadie que pudiera ni siquiera amenazarle esa posición. Pero de nuevo la mala suerte. De nuevo una avería con la carrera lanzada camino de Saint Armand Montrond y de nuevo una persecución abocada al fracaso. Los minutos caían para el Movistar que poco podía hacer ante el empuje de Sky, Saxo Bank y Katusha en el pelotón. Ocho fueron los minutos que Valverde perdió aquel día y ocho eran ya los años que la ilusión del murciano era devastada por la crueldad de la mejor carrera del mundo.
Y así llegó el Tour de 2014. Froome y Contador fuera de combate y Nibali con el amarillo más que asegurado. El de Movistar había sufrido en una exigente última semana en Pirineos, pero recortar 15 segundos a Pinot en esa última contrarreloj final era un objetivo más que aceptable para un Alejandro que se presentaba en la salida de Bergerác con el maillot de campeón de España contra el crono. Las sensaciones al inicio de la crono eran buenas. Pero de sensaciones no se vive y un Pinot que parecía incómodo sobre la cabra de contrarreloj sacaba más de 30 segundos al murciano al paso por el kilómetro 15 de la etapa. Un nuevo mazazo. Una nueva decepción y lágrimas para un corredor que veía como el que había sido su sueño desde pequeño se desvanecía, y quizás, lo hacía para siempre.
O quizás no. 2015 y una nueva oportunidad. Esta vez bajo el liderato de un Nairo Quintana, que por primera vez, tomaba en solitario las riendas de la escuadra telefónica en la mejor carrera del mundo. Valverde como guardaespaldas del boyacense y con cierta libertad para buscar triunfos de etapas. Ataques y más ataques del murciano para desgastar al Sky de Froome en favor de la posterior ofensiva de Nairo Quintana. El Alejandro de Courchevel volvía a renacer. Aquel que corría sin presión y disfrutando de cada una de sus pedaladas. Endureció los Pirineos y tras un meritorio quinto puesto en la exhibición de Froome en la Pierre du St Martin, incluso se permitió el lujo de sacar algún que otro segundo a sus rivales en las llegadas de Cautarets y Plateau de Bielle. Cuarto llegó a los Alpes. Sonriente y evadido. Sin presión. Valverde en estado puro.
Arriesgando en Gap y sacando unos valiosos segundos en la llegada de Mende, Valverde llegaba a tan solo 20 segundos del pódium a la primera etapa alpina. Final en Pra-Loup y a los pocos kilómetros el abandono de Van Garderen. El americano, que ya había perdido casi 50 segundos con el murciano en la llegada de Mende, se veía obligado a abandonar aquejado de problemas estomacales. Como si eso del pódium no fuera con él, Alejandro arrancaba en Allos buscando aislar a Froome de cara a un posterior demarraje de Nairo. No pudo hacerlo en la subida y lo intentó en la bajada. Tensó hasta el límite. Hasta la caída de Contador. El pinteño, otro de los rivales del murciano en la lucha por el tercer peldaño del podio de París, perdía más de 2 minutos en la meta de Pra-Loup con un Alejandro que era el único capaz de aguantar el ritmo de Quintana y Froome en esa última ascensión final.
Casi 3 minutos de ventaja y tres etapas le separaban del pódium. Sus rivales conscientes de su forma de correr, no dudaban en echarle toda la presión. “Si no hace nada raro, el pódium es suyo” decía Contador. “El objetivo es ganar el Tour con Nairo, el resto vendrá de rebote” respondía Valverde. Cruce de declaraciones que se trasladaría al día siguiente a la carretera cuando el murciano y el Movistar no dejaron en ningún momento marchar a Contador, cuando intentó sorprender como ya hiciera en 2011, atacando a casi 60 de meta en la ascensión del Glandon. Sin diferencias en St Jean de Maurienne solo restaba la Toussuire y el siempre decisivo Alpe d´Huez.
Cuando todo indicaba que sería Contador el rival de Alejandro, un nuevo invitado quiso sumarse a la fiesta. Con una arrancada en las primeras rampas de la Croix de Fer, Nibali se marchaba del grupo y lo hacía sin que nadie le siguiera. Las diferencias no hacían más que aumentar y la posibilidad de que el Tiburón volviera a meterse en la lucha por el pódium era cada vez más evidente. Al final, victoria de etapa para el valiente de los valientes y una emocionante batalla para el día siguiente en Alpe d´Huez. Un minuto y diecinueve segundos o lo que es lo mismo, lo que separaba a Valverde de su sueño.
110 kilómetros por delante y la Croix de Fer antes de enfrentar la subida a las míticas 21 curvas. Y nuevamente sorpresa. Callando bocas sobre el conservadurismo del Movistar, Valverde y Nairo arrancan a dúo en la Croix de Fer, a falta de 60 kilómetros de meta. Ciclismo del de antes. Solo Nibali y Froome coronan con ellos. Espectáculo servido antes de Alpe d´Huez. Por detrás un Tinkoff enfurecido lograba cerrar el hueco y un pelotón de unas 30 unidades comienza la ascensión final. Allí ya no está Nibali. Avería y adiós a sus aspiraciones de pódium. Valverde va a más y realiza una ascensión en pos de un ataque de su compañero colombiano, que a punto, estuvo de asaltar un maillot amarillo, que a duras penas logró mantener Chris Froome.
El murciano sacaba tiempo a Nibali cada kilómetro, cada pedalada. Bocanada de aire y mirada al frente. Tercer puesto y un sueño cumplido. Sonrisa al entrar en meta y lágrimas al escuchar el primer enhorabuena. Lágrimas por las críticas recibidas en estos nueve años de espera. Lágrimas por todas esas veces que fue un casi pero no. Lágrimas por esas lágrimas del año pasado. Lágrimas por ti. Porque te lo mereces.