Entramos en el último kilómetro. Fabian Cancellara pasa bajo la pancarta en cabeza, con Greg Van Avermaet, Sep Vanmarcke y Stijn Vandenbergh por detrás. El suizo deja de pedalear y mira hacia atrás. Empiezan las dudas, las miradas y los suspiros. En medio de este común proceso, tantas veces repetido por los ciclistas que están a punto de jugarse una victoria, Vandenbergh, que se conoce esa recta de meta como el pasillo de su casa —no obstante nació en la localidad que desde 2012 acoge el final de la carrera— agarra las manetas, levanta el culo del sillín y lanza el ataque. Sus tres compañeros de fatiga pronto se dan cuenta y repiten el gesto, dándole alcance. Otra vez todos juntos. Entonces vuelve a reinar la paz y el sosiego, como al final de los cuentos. Vuelven las miradas hacia atrás, el reconocimiento facial del rival que tienes al lado o la ausencia de pedaleadas. 500 metros. Por detrás, un monstruo ruso llamado Alexander Kristoff y un larguilucho holandés, de nombre Niki Terpstra, son espectadores de lujo de una de tantas batallas que se han dado en tierras flamencas a lo largo de la historia, algunas con final desastroso, como la batalla de las Dunas, que nos devolvió a los españoles a casa con el rabo entre las piernas. Van Avermaet conduce el grupo, con Vanmarcke a su izquierda y Vandenbergh a su derecha. Cancellara parece ir desinhibido, fuera de la disputa que los tres belgas mantienen a escasos 400 metros a meta. Pero vayamos al principio de todo esto.
El Tour de Flandes, una de las carreras más seguidas del calendario ciclista internacional —junto a Paris Roubaix—, llegaba por fin. Tras un año y siete días, el espectáculo que combina los muros y el adoquín se ponía en marcha por 98º vez. Por delante 259 kilómetros, con un inicio relativamente sencillo pero con 17 muros en los últimos 150.
Las caídas marcan esta edición
Como si de una maldición se tratase, las caídas fueron protagonistas en el día que bien podría ser fiesta nacional belga. El primero en probar el asfalto fue Luke Durbridge, que venía de ser protagonista en Los Tres Días de la Panne, con un segundo puesto en la clasificación general. Posteriormente sería otro ciclista que brillo en La Panne, Johan Le Bon (FDJ.fr), el que caía. Mientras el pelotón se sobresaltaba ante las continuas bajas, se formó la fuga, compuesta por once hombres: Stig Broeckx (Lotto-Belisol ), Davide Appollonio (Ag2r-La Mondiale) , Taylor Phinney (BMC), Daryl Impey (Orica-GreenEdge) ,Aliaksandr Kuchynski (Katusha) , Romain Zingle (Cofidis), Wesley Kreder (Wanty-Groupe Gobert) , Raymond Kreder (Garmin-Sharp) , Andrea Palini (Lampre-Merida), James Vanlandschoot (Wanty-Groupe Gobert), en Jelle Wallays (Topsport Vlaanderen-Baloise). El letón Aleksejs Saramotins (IAM Cycling) pareció enterarse tarde de la formación de la fuga, y aunque intentó contactar con la cabeza de carrera en solitario, le fue imposible. Aparecía la lluvia, que hizo que algunos ciclistas tuvieran que echar pie a tierra a la hora de trazar algunas curvas, terminando alguno de ellos en la cuneta.
Si en el pelotón se sucedían los sustos, que hicieron que Vansummeren acabase en el hospital tras chocar de forma aparatosa contra una espectadora y que uno de los capos de Sky, Geraint Thomas, besase la carretera, sin problema para continuar, en la grupetta de cabeza no iba a ser menos. El italiano Davide Appollonio pinchaba cuando la ventaja sobrepasaba los cinco minutos.
Llegan los muros
El primero, Oude Kwaremont, recibía a los ciclistas a 150 kilómetros de meta y a la fuga con una ventaja de seis minutos sobre el pelotón. Pero las caídas seguían haciendo mella en los corredores. El tercer clasificado en 2013, Jurgen Roelandts (Lotto Belisol), caía y se lastimaba el codo derecho. El paso por el Molenberg dejaba la caída de uno de los más fieles escuderos de Fabian Cancellara, Stjin Devolder (Trek Factory), así como de su compañero Yaroslav Popovych y de Tony Gallopin (Lotto Belisol). La ascensión al Valkerberg, la séptima de la jornada, dejaba a la fuga con un integrante menos; Jelle Wallays no aguantaba el ritmo y se descolgaba. En el Kaperij, a 78 de meta, se sucedían los intentos de crear grupos en la fuga, pero los ataques era insuficientes para lograrlo. No sería hasta la llegada de la rampa del Kanarieberg cuando Matteo Trentin (Omega Pharma-Quick Step), Bernhard Eisel (Sky Team) y Manuel Quinziato (BMC) saltaban del pelotón.
Las caídas seguían siendo numerosas: el campeón ruso en línea, Vladimir Isaychev (Katusha), Andreas Schillinger (NetApp – Endura), Jens Debusschere (Lotto Belisol), J.P. Drucker (WGG) o Martin Reiner (MTN) caían de la bici.
Por delante, el ritmo que el sudafricano Daryl Impey (Orica GreenEdge) imponía hacía que, de los diez hombres que conformaban la fuga, resistieran solo tres: el citado Impey, Phinney y Broeckx. Por detrás, Eisel no aguantaba, dejando a Trentin y Quinzato solos.
Devolder, que ya había tenido un percance al principio de la etapa, se veía involucrado en una caída con varios Saxo-Tinkoff que hacía al belga rozar el suelo.
El inicio de la fiesta, en el Koppenberg
El Koppenberg es al ciclismo lo que Maracaná a los devotos del balonpié, o a los de la Formula 1 al circuito urbano de Mónaco. Y debido a la gran mística que envuelve a dicha subida, uno de sus aprendices, Tom Boonen, atacaba. Junto a Tommeke salían los favoritos en zafarrancho, como si de un toque de corneta fuese. Se formaba un grupo con la mayoría de los capos presentes: Sagan, Vanmarcke, Cancellara y Degenkolb, que no contaban con apenas compañeros, y Boonen, Stybar y Trepstra, el trío de OPQS que debía llevar la batuta de la carrera en esos momentos. En el Taaienberg saltaba Vandenbergh (Omega Pharma-Quick Step), bien respondido por Boasson Hagen (Sky) y Devenyns (Giant-Shimano). EL grupo de favoritos, que venía por detrás, cazaba a los tres valientes a menos de veinte kilómetros de meta. El antepenúltimo muro era el elegido por Greg Van Avermaet (BMC) para lanzar su estocada particular, llevándose a Vandenbergh con él. Del grupo de favoritos saltaba Bjorn Leukemans (Wanty – Groupe Gobert), que hacía de puente entre la cabeza de carrera y el grupo, que había incrementado su número, ya que hombres como Luca Paolini (Katusha), Yohan Offredo (FDJ.fr) o Geraint Thomas (Sky) habían logrado contactar.
Oude Kwaremont, clave
La ascensión al penúltimo muro sería la que atisbara al grupo que se iba a jugar la victoria final. Con Van Avermaet y Vandenbergh por delante, Fabian Cancellara (Trek Factory) metía la quinta velocidad y dejaba a los Sagan, Boonen y compañía clavados en las rampas del muro. Solo Sep Vanmarcke (Belkin) seguía al suizo. Tras el paso final por el Paterberg se formaba un cuarteto de cabeza con Van Avermaet, Vandenbergh, Cancellara y Vanmarcke. Los intentos de Kristoff, Terpstra, Sagan y demás en alcanzarlos serian en vano; se iban a jugar la victoria entre ellos.
Un final a la altura de esta carrera
Volvemos donde lo dejamos antes. 200 metros a meta. Los tres belgas no dejan de vigilarse. Cancellara parece deshorientado, como fuera de la situación. Pero de repente, como si de un acto reflejo se tratase, quizás motivado por una carrera extraordinaria, saltaba. Sus tres compañeros no se lo pensaban y respondían a su ataque.
Pero Fabian es mucho Fabian. Quizás no había sido el mejor corredor de la jornada, pero tiene ese algo especial que le hace inigualable. Con un rush final al más puro estilo Eddy Merckx, Spartacus lograba su tercer Tour de Flandes, su séptimo muro.
Segundo entraba un Van Avermaet desfondado y tercero Sep Vanmarcke, un hombre llamado a reinar en tierras flamencas en unos años, quizás tras el reinado de Fabian III de Flandes.