Antwerpen abrió la puerta de la Navidad del ciclocrós con esa luz fría del Escalda y un circuito que no engaña: arena que muerde, rectas que obligan a ir siempre por encima y una carrera que, cuando aprieta, lo hace sin dramatismos. La Copa del Mundo dejó a los grandes en su sitio, Mathieu van der Poel y Lucinda Brand, pero la noticia más luminosa para España llegó unas horas antes, en una manga que no puntuaba para el certamen y que, precisamente por eso, tuvo un sabor aún más puro: Raúl López Sainz ganó en júnior con una victoria en solitario, de las que se recuerdan cuando se vuelve al hotel con la bici todavía llena de arena.
La carrera masculina élite se movió en el guion que se intuía desde el calentamiento. Van der Poel volvió a imponer su manera de correr, con esa mezcla de calma y crueldad que convierte cualquier hueco en sentencia. Detrás, el bloque belga se agarró como pudo, con Laurens Sweeck y Emiel Verstrynge completando el podio, mientras el regreso de Wout van Aert quedó marcado por un día de pelea y contratiempos.
En ese escenario, Felipe Orts volvió a sacar una tarde seria, de las que pesan más de lo que parecen: 12º, otra vez instalado en esa franja donde ya no se sobrevive, sino que se compite. El alicantino se movió cerca del grupo bueno, sin grandes errores, sumando metros con paciencia en un circuito que castiga a quien duda, y cruzó meta como mejor español.
La presencia española fue amplia y, como suele ocurrir en Antwerpen, cada uno acabó corriendo su propia carrera dentro de la carrera. Kevin Suárez (27º) se movió durante buena parte del día en ese territorio incómodo donde el ritmo nunca se estabiliza y cada vuelta exige concentración máxima para no perder el hilo. Raúl Mira logró sostener un paso constante en un recorrido que penalizaba cualquier duda, mientras Mario Junquera acusó el desgaste de un trazado rapidísimo que no concede respiro cuando el grupo se rompe. Más atrás, el circuito fue cobrando su peaje con el paso de las vueltas: Gonzalo Inguanzo, Unax Galán, Javier Zaera y Marcos Gómez vivieron esa versión menos visible de Antwerpen, la que no se ve en televisión, donde cada metro se pelea por no quedarse sin sitio y la carrera se convierte en una lucha continua por mantenerse en movimiento.
En la élite femenina el guion fue distinto, más contenido pero igual de exigente. Lucinda Brand resolvió la victoria en un margen mínimo sobre Ceylin del Carmen Alvarado, en un final decidido por pequeños detalles y por la capacidad de no fallar en la arena cuando ya no quedan fuerzas. Dentro de un pelotón largo y muy compacto, España volvió a dejar nombres y lectura. Sofía Rodríguez y Lucía González (34ª y 35ª) se mantuvieron en carrera en una jornada complicada para encontrar continuidad, mientras que Sara Cueto, Alicia González y Ana López tuvieron que gestionar un circuito que no perdona las interrupciones de ritmo. Luna Carrió, ya lejos del pulso principal, completó una prueba marcada por la dureza acumulada y por esa sensación tan propia de Antwerpen: cuando el trazado te saca del guion, no siempre te deja volver a entrar.
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Pero si la Copa del Mundo dibujó la jerarquía arriba, el golpe emocional del día tuvo acento español. Raúl López Sainz ganó la júnior con autoridad, abriendo hueco y sosteniéndolo hasta meta, por delante de Berencsi y Renders. Fue una victoria de las que no necesitan adornos: salir, correr y llegar solo. En un fin de semana que va a seguir mañana en Koksijde, con la arena aún más profunda, España se llevó de Antwerpen algo más que puestos: se llevó un triunfo que da sentido a todo lo demás.
Cuando el circuito empezó a vaciarse y la arena volvió a parecer un paisaje tranquilo, quedó esa sensación que sólo dejan los días largos de ciclocrós. Como en Blade Runner, “todos esos momentos se perderán en el tiempo…”, salvo para quien los ha vivido desde dentro. Antwerpen dejó jerarquías claras arriba, muchas carreras invisibles en mitad del pelotón y un nombre español escrito en grande en la manga júnior. Lo demás, el oficio, el aprendizaje, las horas de norte, es parte del camino. Y mañana, en Koksijde, la arena volverá a pedir lo mismo: memoria corta y piernas largas.



