La primera edición de la Clásica Jaén – Paraíso Interior se desenvolvió en un perfecto espectáculo que coronó una exhibición de Alexey Lutsenko (Astana). En el podio le acompañaron Tim Wellens (Lotto Soudal) y Loïc Vliegen (Intermarché), que llegaron a casi un minuto del corredor kazajo.
El debut televisivo de la Clásica de Jaén fue espectacular. Conectaban las imágenes en un tramo de tierra duro y pestoso dónde era imposible para el pelotón rodar de forma compacta. Sobrevivía la fuga del día con poco margen respecto a un grupo de favoritos que se estaba desmembrando por el mero empeño de la carretera por la que pasaban.
Fue en ese caos de dónde emergió Alexey Lutsenko. Pasaban por el cuarto tramo de tierra, de los siete que había en el perfil, quedaban 44 kilómetros y el corredor kazajo marchó en solitario. Por detrás el grupo acabó de explotar y fueron pocos los que lograron evitar que la victoria quedara ya sentenciada. Wellens, Vliegen, Connor Swift (Arkéa), Lennard Kämna (Bora) y Thibault Ferrasse (B&B) se entendieron a la perfección para lograr dar caza a Lutsenko en el tramo de carretera posterior al camino de tierra.
El paisaje que acompañaba a los corredores era el ideal para aquella guerra a cara perro en la que se había convertido la carrera. Mares de olivos, caminos de tierra, polígonos industriales y alguna autovía. Un contraste precioso que ilustraba a la perfección la belleza y la dureza de lo que se estaba viviendo.
Pero fue llegar de nuevo la tierra dónde el hombre más fuerte de la carrera arrancó para despedirse del resto de aspirantes. Lutsenko estaba ante uno de sus días grandes, pese a ser su debut esta temporada, y no quería desaprovechar la ocasión de inaugurar el palmarés de la Clásica por la puerta grande. Los que hasta ese momento le habían acompañado trataron de entenderse, pero cualquier esfuerzo fue insuficiente. El kazajo devoraba los kilómetros y las rampas que se le sucedían y abrió una distancia suficiente para certificar la victoria antes del último tramo de tierra.
Ahí llegó visiblemente fatigado, pero en ningún momento teniendo que sufrir por su victoria. Ni cuándo tuvo que poner pie a tierra en el instante que sus piernas flaquearon en un cambio de terreno. De esta manera enfrentó una última rampa adoquinada, también muy dura, que le llevó a levantar los brazos en Úbeda. La carrera así, obtenía su primer vencedor y, además, muy honorable. Tanto por nombre, como por la manera en la que lo hizo. Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, disfrutad porque tenéis carrera para años.