Ver ciclismo en directo es mucho más que ver pasar los corredores en frente tuyo. Las personas que se acercan a ver una etapa de montaña, las que reúnen más gente, hacen una serie de sacrificios para gozar del paso de los corredores des de la cuneta. La mayoría hacen cientos de kilómetros con el coche o tiradas largas de bicicleta, luego tienen que andar horas por las restricciones a los vehículos, deben aguardar en las cunetas mucho tiempo llueva o haga un calor asfixiante y finalmente cuando han pasado los ciclistas deben volver a andar un buen rato y armarse paciencia por las largas colas de coche que se forman.
Nada que ver con deportes como el fútbol, en 30 minutos de transporte público llegas al estadio y sin más te predispones para disfrutar del espectáculo. Pero tampoco tiene nada que ver el fútbol en directo con el ciclismo. Uno no va a la cuneta con todo ese sacrificio solo porque ama el ciclismo y no hay más remedio si quiere verlo que pasar por todo eso. Si uno va a la cuneta es porque el ciclismo ofrece una experiencia única en el mundo del deporte profesional. En el ciclismo ves pasar a tus ídolos, a las personas que admiras, a poco menos de un metro, les escuchas respirar en su agonía, ves nitidamente como les cae la gota de sudor del rostro o incluso puedes dar una palmadita de apoyo a aquellos del «grupetto» que la piden. En los finales de montaña se da una de las estampas más preciosas de las que goza el deporte, las personas que abarrotan la carretera se van abriendo paso a medida que se acercan los ciclistas. En cierta manera ese pasillo humano que se va abriendo no es más que el aficionado anónimo dando permiso para continuar con su gesta al gran corredor que está a punto de pasar.
Quiénes subieron a Cortals d’Encamp no pudieron disfrutar de todo esto. Tuvieron que llegar muchas horas antes o andar kilómetros, sufrir una tormenta eléctrica e incluso diez minutos de granizo que de la cantidad de piedras que caían llegaba a hacer daño. Cuando quedaba una hora para que pasaran los ciclistas y con la carretera desierta ya que no había caravana publicitaria y a Cortals apenas subieron coches de equipo y de la organización los policías obligaban a la gente a mantenerse detrás de la línea blanca del arcén. Cualquier persona que se adelantaba aunque fuese un metro y por despiste recibía la posterior bronca del policía que dejaba claro que cuando llegaran los ciclistas tampoco iba a cambiar la situación. Probablemente el mejor sitio para ver el final en ese puerto sea una curva de herradura que es el tramo más duro de los últimos 3 kilómetros y que a parte te permite -gracias a que la segunda parte del puerto es abierta- ver venir a los corredores des de por lo menos dos kilómetros más atrás.
Cuando los aficionados vieron aparecer el helicóptero y decidieron acercarse a la otra cuneta para empezar a ver los ciclistas se encontraron con que el policía frenó todos los intentos de cruzar ya que en ese tramo no se podía animar des del lado izquierdo de la carretera. El policía admitió a los ahí presentes que toda restricción que imponía venía desde arriba, de lo que la organización de la Vuelta había ordenado a la policía andorrana. Era una curva de izquierda a derecha, no se podía cruzar la línea blanca ni tampoco animar des del lado izquierdo. Así que los ciclistas la tomaron pegados a la izquierda para ahorrarse el sitio más duro y los aficionados ahí presentes lo más cerca que estuvieron de la mayoría de corredores fue a más de cinco metros.
En el momento en que ya hubieron pasado todos los ciclistas y coches algunos aficionados empezaron a descender y de nuevo entró en acción el policía «hasta que no bajen todos los ciclistas y todos los coches no se puede bajar ni andando pegados al arcén». A causa de la tormenta eléctrica el funicular que conecta las pistas de esquí funcionaba a ratos y como la organización había pedido estrictamente que nadie bajase cientos de aficionados quedaron retenidos en medio de una tormenta que ya duraba más de una hora.
Es cierto que en ocasiones aficionados temerarios han provocado incidencias de carrera totalmente indeseables pero no parecen estos los mejores remedios. Tampoco parece que precisamente sea la Vuelta quién deba encontrar esa solución ya que en Cortals d’Encamp la gente que había en las cunetas no llegaba a mil. Este año en el Tourmalet sin ir más lejos cuando pasó el Tour de Francia había centenares de miles de personas y en esa circunstancia por lo menos si que sería más lógico que existiese alguna restricción. Además el Tour se lo podría permitir. Cuando alguien acude a ver una etapa en el Tourmalet va ahí a pasar la noche anterior y disfruta de fuegos artificiales, de la discoteca que montan los aficionados belgas y de conocer a gente de todo el mundo. Al día siguiente sigue conociendo gente, se divierte la con la caravana publicitaria y finalmente pasan los ciclistas.
La Vuelta solo tiene a los ciclistas, el circo mediático del Tour no existe. Por lo tanto si el único aliciente que tiene la gente para acudir a ver la carrera está condicionado por aplaudirles y gritarles des de más de cinco metros pierde gran parte del interés. Existe una triste realidad y parece que cada vez irá a más, hay más españoles en las cunetas del Tour que en las de La Vuelta.
«El ciclismo ofrece una experiencia única en el mundo del deporte profesional…»
Tan cierto! :-)