Suances, 2008. Alejandro Valverde marcha cuarto en la clasificación general de la Vuelta Ciclista a España de ese mismo año, a escasos segundos del vencedor final Alberto Contador. Amanece lloviendo en una escarpada jornada que llevará a los corredores desde Burgos a la bella localidad cantábrica. Horas después, en un despiste más propio de un juvenil que de un maduro corredor de 27 años, Alejandro Valverde queda cortado tras acudir, él en primera persona, al coche en busca de un chubasquero.
Más de tres minutos perdería aquel día el murciano. En un caso más propio del cine de ficción, la trayectoria del murciano parece alcanzar su máximo exponente temporada tras temporada. Aun tras la caída de la pasada temporada, Valverde corre este año con la madurez que no tenía hace diez años. Corre sin la presión de tener mil ojos pendientes de su rueda, corre para disfrutar.
La posición ideal para aspirar a todo
Así, con esa filosofía por bandera, el murciano duerme hoy en Suances con una de las situaciones más envidiadas de quienes mañana afrontarán el último y decisivo bloque de etapas de esta Vuelta 2018. Sobre el papel más favorecido por la contrarreloj de mañana que el actual líder Simon Yates y rindiendo a un nivel máximo en los grandes puertos –aun teniendo que trabajar para el teórico líder de Movistar, Nairo Quintana- Valverde aspira a todo.
26 segundos le separan de Yates. Diferencia asequible para una contrarreloj que, a tenor de lo visto recientemente, le beneficia respecto al resto. Aunque quizás, el enemigo esté en casa. Hasta la saciedad se están encargando de repetir en Movistar el buen entendimiento que existe entre sus dos líderes. Hasta la saciedad se encarga la prensa y la afición en mostrar su desacuerdo con la actitud poco ofensiva de un Nairo Quintana que, camino de Los Lagos, ordenaba al murciano relevar en busca de Superman López aun cuando el de Las Lumbreras volvía al grupo de favoritos tras vaciarse en favor de Nairo.
La dicotomía parece evidente en las filas azules. La frialdad de Nairo o el temperamento caliente de un Valverde al que, salvo la temida jornada andorrana, las jornadas venideras parecen hechas a su medida. Él se encarga de restarle hierro al asunto, como lo lleva haciendo durante toda la prueba: “no me importa trabajar para Nairo” declaraba esta mañana.
A él quizás no, pero a Simon Yates sí. De hecho, parece encantado con que sean la frialdad y la calculadora de un Quintana reservón las bazas más consolidadas de la formación telefónica. El, hasta ahora, pasotismo del colombiano parece convencer a un Yates que mañana podría perder su liderato en beneficio de un Valverde que correrá, por primera vez en lo que va de Vuelta, pensando únicamente en sus piernas. Esperemos que no sea la última.