Jungels (Quick-Step Floors) se ha alzado con el triunfo en la 104ª edición de la Liege-Bastogne-Liege (1.UWT, Bélgica), disputada hoy sobre el ya tradicional recorrido de 258 kilómetros con salida en Liege y meta en Ans que sirve además para dar por finalizada la temporada de clásicas primavera.
La carrera resultó vertiginosa en la velocidad y no tanto en los tan esperados ataques. De salida, buscando un protagonismo al que poco iban a poder aspirar en la parte final, eran los equipos más modestos los que conformaban una fuga de nueve corredores que pronto se redujo a cinco en las primeras cotas. Vliegen (BMC) Perez (Cofidis), Christian (Aqua Blue Sport) Baugnies (Wanty Groupe Gobert) y Ourselin (Direct-Energie) quedan por delante mientras era Movistar y tímidamente UAE Team Emirates los encargados de comandar el pelotón.
Como de costumbre, la tónica cambió con la llegada a la Redoute. Quick-Step pasó a la acción y un envalentonado Enric Mas echaba, prácticamente él solito, abajo al último superviviente de la escapada, el belga Baugnies. No hubo movimientos, sí la primera gran criba y los primeros «no» ganadores. Poels (Sky), vencedor en 2016, se dejó sus opciones a 40 kilómetros para el final visiblemente falto de ritmo tras su fractura de clavícula en Paris-Niza.
La fiesta de los belgas continuó en Roche aux Facons. Con Bahrein-Merida embravecido en pos de un Nibali que no tuvo las piernas de sus grandes citas, Quick-Step, ahora con Serry, Jungels y Gilbert tomó la cabeza. El que fuera campeón del mundo y vencedor de la Doyenne ante los hermanos Schleck en una de las campañas más espectaculares que se recuerdan se daba el gustazo de probar fortuna. Abría gas Gilbert y a su rueda todos los máximos aspirantes en fila de uno.
Todos respiraban el aire de quien marchaba por delante en busca de un parón que se produjo al coronar. La calma parecía enturbiar los planes de Patrick Lefevere y en una maniobra, casi de manual, Jungels tomaba unos metros. Lo probó de la misma forma hace años llegando a Huy. No fue posible entonces pero hoy el hueco crecía y el rodar del luxemburgués parecía más fuerte que nunca.
La diferencia alcanzaba pronto los treinta segundos y sin compañeros, Valverde quedaba con la responsabilidad en la persecución mientras era Alaphilippe quien, a la rueda del murciano, secaba los intentos del de Movistar por marcharse en solitario. Entre demarrajes -de Wellens, Martin, Vanendert, Fuglsang, Woods y también del propio Valverde- y parones, la diferencia de Jungels no hacía más que crecer, así hasta los 50 segundos.

Así se plantó en Saint-Nicolas. Solo un demarraje a todo o nada podía hacer tambalear un sueño que Alaphilippe, como fiel guardián, se encargaba de cultivar en la sombra. Lo probó Wellens de nuevo. Tras él Haig y acto seguido Vanendert. El belga de Lotto-Soudal, en una de las ascensiones más veloces que se recuerden a la Colina de los Italianos, recortó más de 30 segundos al pupilo de Lefevere.
Con 25 segundos, un Jungels de lo más administrador siguió a la misma intensidad en el llano y en el descenso posterior mientras, por detrás, Vanendert parecía haber agotado todo su gas. La carrera se iba y toda la distancia recortada volvía a ampliarse. Jungels volaba, era imparable.
Por detrás, las miradas mataban, mataban los sueños de un Valverde que demostró ser humano aunque muchos no lo quisiesen ver. Le engrandece, sin duda. El murciano no tuvo sus mejores piernas y fue maniatado por una inferioridad numérica en los últimos kilómetros. Alaphilippe nunca se despegó de su rueda, por habilidad táctica y por haber demostrado que si puede existir un sucesor para el murciano, será él.
Jungels alzaba los brazos mientras, por detrás, Vanendert se diluía y Woods -segundo- y Bardet -tercero- aventajaban a un pelotón que encabezaba Alaphilippe y que cerraba un Valverde que, años después, demostró al mundo que ganar no era tan fácil como nos hizo creer.