A partir de ahora, cada vez que busquen en el diccionario la palabra «emoción», deberá aparecer como ejemplo la resolución de esta Milán San-Remo. La carrera de los -casi- 300 kilómetros en la que debes estar 7 horas sobre la bicicleta para completarla tuvo un final de infarto en la edición de este año, la número 108. Con un perfil mayormente plano, no paso nada demasiado reseñable en los primeros 280 kilómetros. Ahora bien, para la historia quedan los últimos 10. Peter Sagan decidió que llegar al sprint no le valía. En el ecuador del mítico Poggio, el campeón del mundo atacó con todo lo que llevaba dentro. Sin levantarse del sillín, pero transmitiendo a la vez una extraña sensación de brusquedad y sutileza en cada pedalada, como si fuera un niño que está tramando algo y no quiere que sus padres le descubran, el eslovaco fue abriendo hueco poco a poco. Julian Alaphilippe y Michal Kwiatkowski, viendo que Sagan iba en serio y no estaba probando a sus rivales, salieron a por él y fueron los únicos capaces de seguir la rueda de un hombre que cada vez parece menos humano. Coronaron el Poggio los tres juntos, y se lanzaron en el descenso. El resto, ya es historia.

Amaneció nublado en Milán, y el tiempo no mejoró a lo largo del día, aunque los ciclistas, por fortuna para ellos, evitaron la lluvia. La escapada no tardó nada en formarse. Nico Denz (AG2R La Mondiale), Mattia Frapporti (Androni-Sidermec), Mirco Maestri (Bardiani-CSF), William Clarke y Tom Skujins (Cannondale-Drapac), Ivan Rovny (Gazprom-Rusvelo), Alan Marangoni (Nippo-Fantini), Umberto Poli (Novo Nordisk), Federico Zurlo (UAE Team Emirates) y Julen Amezqueta (Wilier-Selle Italia) se marcharon en el kilómetro 5, y el pelotón no volvería a verlos hasta dentro de muchas horas. Con el Quick-Step y la FDJ tirando por detrás, la ventaja de los diez escapados no pasó nunca de los 4 minutos, y a falta de 100 kilómetros, contaban con poco más de 2 de ventaja. Sólo Rovny, luego en solitario, Amezqueta y Clarke pelearon por mantener la fuga en la Cipressa (situada a falta de poco más de 20 kilómetros para el final), la subida más dura del día, pero sus esfuerzos no valieron para nada. Fueron capturados por un pelotón ambicioso del que tiraba Katusha. Tim Wellens (Lotto Soudal), Philippe Gilbert (Quick-Step) y Tom Dumoulin (Team Sunweb) intentaron romper la carrera en la parte más dura de la subida, pero su intento no tardó en ser echado por la borda. En el pelotón aguantaban todos los sprinters, y sus equipos no iban a dejar que nadie les aguara la fiesta. Tras la habitual pelea por la posición en el llano entre la Cipressa y el Poggio, la carrera entró en la última y mítica cota, a falta de 10 kilómetros para el final, completamente abierta. Fueron los Sky los que marcaron el ritmo en un primer momento, aunque Dumoulin no tardó en pasarlos e imprimir un ritmo bastante más exigente. El holandés, fortísimo, incluso abrió hueco con el resto del pelotón, y eso que no lo pretendía. Simplemente, ponía ritmo en favor de su compañero Michael Matthews (Team Sunweb). Cuando Dumoulin, al que se ve fino como nunca, se apartó, llegó el momento clave de la carrera: el ataque de Peter Sagan. Sin levantarse del sillín, el campeón del mundo saltó con todas sus fuerzas. John Degenkolb (Trek-Segafredo) trató de seguirle en un primer momento, pero acabó cediendo. No podía con ese ritmo. Por detrás, Alaphilippe y Kwiatkowski no tuvieron más remedio que salir a por el eslovaco, que estaba abriendo hueco con una facilidad alarmante. Llegaron a su rueda en el momento en el que se cumplían 7 horas de carrera, pero Sagan no dejó de tirar y los hizo sufrir hasta la última curva del Poggio.

Pese a verse con dos corredores rápidos como Alaphilippe y Kwiatkowski a su rueda, Sagan no paró de tirar. Sabía que era el gran favorito, y que su punta de velocidad era superior a la de sus acompañantes. Además, tanto el francés como el polaco tenían a sus sprinters detrás, por lo que no tenían que relevar si no querían. En el descenso del Poggio, bastante técnico, y a menos de 5 kilómetros de la meta, la ventaja del trío era de 20 segundos. Sagan estaba bajando a toda velocidad, y Kwiatkowski y Alaphilippe no iban a dejarse sorprender por la habilidad del eslovaco, muy bien conocida por todos a estas alturas. No los iban a coger. Ya en el llano final, Kwiato le dio algún relevo al campeón del mundo, que seguía haciendo la mayor parte del trabajo. En el último kilómetro, no recibió ni una ayuda más. Y, a falta de 250 metros, Sagan lanzó su esprint. Kwiatkowski, a su rueda, fue paciente y no comenzó a acelerar hasta los últimos 100. El corredor del Sky salió por el centro, y adelantó a Sagan in extremis. Ganaba la San-Remo en un sprint que difícilmente pudo ser más ajustado. Tal fue la intensidad de la volata, que estuvieron cerca de ir al suelo. A Sagan, nada más cruzar la línea de meta, se le salió la cadena y dio un bandazo que, de no ser por su espectacular habilidad encima de la bicicleta, habría acabado con él y con Kwiatkowski por los suelos. Alaphilippe, que esprintó por la derecha, no anduvo lejos de los otros dos, aunque su tercera posición no tuvo discusión. Kwiatkowski se llevaba el premio gordo por delante de Sagan, que fue el más fuerte pero no ganó, y Alaphilippe, que en su primera participación en la San-Remo se metió en el podio. Por detrás, a 5 segundos, Alexander Kristoff (Katusha-Alpecin) ganó el esprint del pelotón por delante de Fernando Gaviria (Quick-Step), que pese a tener la muñeca derecha maltrecha logró meterse en el top-5, Arnaud Démare (FDJ) y John Degenkolb. En 9º posición cruzó Elia Viviani (Team Sky), y el top 10 lo cerró un sorprende Caleb Ewan (Orica-Scott), al que nadie veía en la pomada tras una jornada tan larga.

Junto con el Mundial de Ponferrada de hace tres años, la de hoy es la mejor victoria de Michal Kwiatkowski, que no cabía en si de alegría: «Ganar la Milán San-Remo es un increíble. Le estoy muy agradecido a mis compañeros, hicieron un trabajo increíble». En cuanto al transcurso de la carrera, Kwiatkowski reconoció que no esperaba el ataque de Sagan en el Poggio: «parecía que iba a liderar el sprint final. Me siento bastante fuerte y fue increíble estar ahí con Sagan y Alaphilippe. Me centré en intentar hacer el mejor sprint posible. No me lo creo». Kwiatkowski, que se infló de confianza tras su victoria en la Strade Bianche, ya cuenta con un monumento en su palmarés. El campeón del mundo en 2014 ya tenía un muy buen palmarés de clásicas (una Amstel Gold Race, una E3 Harelbeke, dos Strade Bianche y podio en la Lieja-Bastoña-Lieja y en la Flecha Valona) pero, sin duda, esta Milán San-Remo es su mejor triunfo como profesional, junto con el Mundial de España.
«Kwiatkowski me debe unas cuantas cervezas», decía Sagan, risueño como siempre, a los periodistas. «Hice un montón de trabajo en los últimos 5 kilómetros. Alaphilippe y Kwiatkowski pudieron recuperar más que yo, pero es normal. Di lo mejor. Así es el ciclismo». El eslovaco era el gran favorito para ganar, y el lo sabía. Por eso tiró pese a llevar a dos corredores a su rueda. El que lleva el maillot arcoíris es él, y no valen las excusas. Fue sin duda el más fuerte, pero no siempre gana el que más piernas tiene. Las piedras esperan ahora a Sagan, que defiende el dorsal 1 en la Gante-Wevelgem y en el Tour de Flandes, donde será, indiscutiblemente, el favorito número uno a la victoria. Esperemos que, tras la derrota de hoy, no se le quiten las ganas de atacar.