Cuando, con 23 años, Michal Kwiatkowski se proclamó campeón del mundo en Ponferrada, pocos eran los que se atrevían a ponerle límites al por entonces ciclista del Omega Pharma Quick-Step. En el año en el que vistió el maillot arcoíris Kwiatkowski brilló menos, pero aún así tuvo un día de gloria en la Amstel Gold Race, cuando batió a todos en el sprint final para hacerse con su primera clásica en las Ardenas. Descontento en el equipo de Lefevere, en 2016 fichó por el todopoderso Team Sky. Con el conjunto británico ganó otra gran clásica, la E3 Harelbeke, tras batir a Peter Sagan, el heredero de su maillot arcoíris, en un apasionante mano a mano entre ambos. Sin embargo, el corredor polaco no volvió a aparecer en todo el año. Fue una sombra durante el resto de la temporada, y nadie acertaba a entender por qué. Por todo ello, no muchos apostaban por él de cara a 2017 tras un 2016 gris en el que su cambio físico (mucho más fino que en años anteriores) era evidente. Pero hoy, entre el barro, el polvo y las carreteras estrechas de los alrededores de Siena, Michal Kwiatkowski ha vuelto a mostrar su mejor versión. Hace 3 años se exhibió en estas mismas carreteras de la Toscana para batir a Sagan y hacerse con su primera victoria en una clásica. Esta vez, con un ataque muy inteligente en un descenso aparentemente inofensivo, Kwiato abrió un hueco que acabaría reportándole medio minuto de ventaja, una diferencia que le permitió afrontar los últimos kilómetros de la Strade Bianche con la tranquilidad de saber que nadie le iba a arrebatar su segunda victoria en esta prestigiosa y apasionante clásica, que este año estrenaba la categoría World Tour con absoluto merecimiento. En la meta de Siena celebró con mucha rabia su victoria. Todo parece indicar que la mejor versión del ex-campeón del mundo está de vuelta.
Si por algo se critica a la Strade Bianche es por su corto kilometraje. Los corredores tienen que completar «tan sólo» 150 kilómetros, y no les falta razón a aquellos que dicen que, si algún día esta clásica quiere aspirar a ser un monumento, deberá añadir kilómetros a su trazado. Aunque suele comenzar a decidirse desde lejos, en esta ocasión el corte bueno se produjo a más distancia de la habitual: a falta de 50 kilómetros para el final. Justo antes de llegar al tramo de sterrato bautizado con el nombre de «Fabian Cancellara», en honor a las tres victorias (2008, 2012 y 2016) del recientemente retirado ciclista suizo, una caída masiva provocó un corte en el pelotón que aprovecharon Greg Van Avermaet (BMC), Tim Wellens (Lotto-Soudal), Zdenek Stybar (Quick-Step) y el propio Kwiatkowski para distanciarse junto a otros ciclistas del resto del pelotón. En el tramo de sterrato que homenajea a Cancellara, Wellens aceleró y afianzó la ventaja del grupo delantero. Nublado en todo momento, los ciclistas tuvieron suerte ya que no llegó a llover con fuerza, aunque si que cayeron gotas que humedecieron la carretera y embarraron ligeramente a los ciclistas. La sensación de peligro era alta.
A falta de 15 kilómetros para el final, Kwiatkowski aceleró en un pequeño descenso tras salir de un tramo de sterrato. Nadie quiso seguir la rueda del ciclista polaco que, tras ver que no tenía a nadie a rueda, tiró para adelante, pese a tener una ventaja muy pequeña, poco más de 30 metros, sobre el resto de corredores. Tan sólo restaba un tramo de tierra por delante, corto (poco más de 1 km) pero duro (con rampas que alcanzaban el 18% de desnivel) en el que Kwiatkowski, a pesar de tener poco más de 10 segundos sobre sus perseguidores, afianzó sus metros de ventaja sobre el resto. Wellens, Van Avermaet y Stybar, expertos en este tipo de trazados, dejaron atrás al resto de corredores pero, para cuando quisieron entenderse, el polaco rodaba con casi medio minuto de ventaja. El pescado estaba vendido. El demoledor repecho final que los ciclistas tienen que afrontar en Siena justo antes de llegar a meta no fue un problema para Kwiatkowski, que lo superó sin problemas. Al polaco, que celebró con mucha rabia la victoria, le sobraron 15 segundos para ganar. Van Avermaet fue segundo tras superar a Wellens en el sprint final. Stybar, descolgado, finalizó en cuarta posición. Un gran Tom Dumoulin (Team Sunweb) finalizó quinto, a 1:26 de Kwiato; el holandés, que en un principio no se metió en el corte bueno, tuvo que gastar muchas fuerzas para alcanzar la cabeza de carrera. A continuación del holandés entró el dúo del Orica-Scott, Luke Durbridge y Cristopher Juul Jensen. Tiesj Bennot (Lotto Soudal) fue octavo por delante de Thibaut Pinot (FDJ), que se metió en la fuga inicial de la carrera y pese a todo tuvo fuerzas para meterse en el top 10 final, que cerró un sorprendente Scott Thwaites (Dimension Data), que rindió a un nivel inesperado.
«Estoy muy contento. Fue una victoria inesperada. Tras la difícil temporada que viví el año pasado, todavía tenía mucha confianza por parte del equipo. Una segunda victoria en la Strade Bianche es simplemente impresionante». Kwiatkowski no disimulaba su alegría en la rueda de prensa. Como él mismo ha afirmado, no fueron pocas las personas a las que defraudó el año pasado. Tiene cuentas pendientes, y en la Strade Bianche ha comenzado a saldarlas de la mejor manera posible. La próxima carrera a la que acudirá el corredor polaco será la Tirreno-Adriatico, también en Italia, y no se le da nada mal. Aunque no ha ganado etapas individuales, sí que triunfó en las contrarrelojes por equipos en 2013 y 2014, lo que le permitió hacerse con el liderato de la carrera durante dos años seguidos. Motivado tras su victoria en la bellísima ciudad de Siena, Kwiatkowski buscará apuntalar su forma de cara a las clásicas, su gran objetivo en este inicio de temporada.