«¿Y cómo se entrena esto?» Les pregunto a las hermanas Usabiaga. Su expresión entre divertida e incrédula: «están locos. En la ciudad, en tráfico abierto, jugándosela»
Nunca antes había estado en una carrera de piñón fijo. Las estrellas son las “fixies”, esas bicicletas urbanas aparentemente sencillas y muy ligeras. Digo aparentemente porque, a diferencia de la carretera, ciclocrós o bici de montaña, la sencillez se convierte en la búsqueda de la estética más retro-hipster posible. No hay frenos, no hay cambios. Hay piñones y platos, y mucho coraje para tumbarse en las curvas, aferrarse a la parte baja del manillar y vivir aceleradísimos unos minutos de esfuerzo agónico.
El origen del deporte está en la mensajería urbana. Se trata de llegar lo más rápido posible de un punto a otro. No hay semáforos en rojo ni líneas divisorias de carriles. Aceleración, curva, derrape, bandazo. Buenas dosis de adrenalina que van calando en las principales urbes del mundo. El fenómeno de los criterios tiene un carácter seductor incomparable. Los jinetes cabalgan en sus bicis preciosistas y son los nuevos emisarios del deporte urbano: modernos, guapos, atrevidos y sobradamente preparados. A su alrededor crece una mercadotecnia variada centrada en accesorios, ropa, complementos, bebidas isotónicas y comida sana. Reúne a grandes corredores de la carretera y de la pista a los que nos encanta ver divirtiéndose, porque, para la mayoría, esto es pura diversión.
Las carreras en sí, como no podía ser de otro modo, son un espectáculo vistosísimo. Un circuito de entre 1 y 2 kilómetros al que dan vueltas y donde la clave es la entrada y salida de las curvas. La técnica es tan importante como la potencia o la velocidad. Quien mejor domina el tumbado suele salir vencedor. Es curioso como el ambiente que se respira me recuerda al del ciclocrós. El deporte invernal es el primo rústico, el que vive en el pueblo. El que se mete hasta las rodillas en el barro y el polvo y no se fija en lo que lleva puesto. Es práctico, cómodo y la estética le resbala. Para el espectador, los dos son igual de entretenidos.

La prueba internacional más importante que se celebra actualmente es el Red Hook Criterium. Empezó a celebrarse en Brooklyn (Nueva York) en 2008 y no ha parado de crecer en número de participantes y ciudades que lo acogen. Desde el 2015, 4 ciudades son las que albergan esta espectacular disciplina: la ciudad origen estadounidense, Londres, Barcelona y Milán. En categoría femenina, la dominadora desde el 2014 es la navarra Ainara Elbusto Arteaga, y es gracias a ella que la mayoría de aficionados conocemos esta espectacular disciplina.
Ya centrándonos en el Criterium Ciudad de Gijón, hay que destacar el ambiente festivo aunque un tanto desangelado de público. Los organizadores quieren que en ediciones posteriores el centro de la ciudad acoja la carrera, aunque no debe de ser fácil a nivel logístico. Sin duda, la presencia de más espectadores, como ocurre en las capitales mencionadas arriba, da otra dimensión a estos eventos. Así todo, los pocos asistentes nos hicimos notar, jadeando y gritando los nombres de nuestros favoritos a cada paso por delante de nosotros. Las chicas daban 14 vueltas a un circuito de 1.5 kilómetros, muy de potencia y con poco curveo delicado. De las 9 participantes, 4 españolas: Itsaso Ahechu y Ainara Elbusto del Caispe-Conor WRC, Carla Nafría – la del BZK corriendo aquí con 8Bar Team- y Ana Usabiaga, la pistard del Eustrak Euskadi, aquí vistiendo el azul celeste de Polo and Bike.

Celestial la carrera para la mayor de las Usabiaga, saliendo la última y rodando las 2 primeras vueltas casi descolgada. Cuando decide remontar a todo el grupo, tan sólo la chilena Francisca Campos puede seguirla. Las dos se marchan fácil y van a relevos hasta el final, la vasca tirando en la parte baja del circuito y la chilena en la parte alta. El sprint final, una arrancada letal de Ana en los últimos 50 metros que le da moral para sus próximas citas con la fixie: inminente en Barcelona, el Red Hook dentro de 1 mes. El gesto de Ana al cruzar la meta ya es marca de la casa: exactamente el mismo con que la vimos ganar en el Trofeo Roldán en 2015. Puños abajo y gritando.

Pero la carrera tuvo otra protagonista memorable: Ainara Elbusto. Quienes seguimos el ciclismo femenino nacional ya estamos acostumbrados a las gestas atacantes de Ainara. Cómo no, la tarde gijonesa nos dejó otra perla de su clase espectacular (por cierto, speaker: eSpectacular no lleva x). En la segunda curva del circuito, pinchazo. Del público sale un «oohhhh» unísono. Su director Héctor Rondán, que la ve inmediatamente y se marca una carrera emulando al mismísimo Usain Bolt, llega para darle asistencia. Pero la distancia con el resto ya se antoja insalvable. Le sacan medio circuito, alrededor de 1 minuto. Ainara se lanza a fuego en una persecución frenética que nos hizo vibrar a todos los asistentes. A cada paso por meta, expresión de concentración máxima y recorte de ¡¡¡20 segundos en las primeras vueltas!!!! Ainara va adelantando a las últimas como si estuvieran paradas y a cada vuelta la distancia visual se va estrechando. Al final, el trabajo a relevos de la primera y segunda se traduce en los 2 primeros cajones del podio, con Ainara entrando a pocos segundos. Se le quedaron cortas las 14 vueltas. Pero su exhibición fue premiada con la ovación de la tarde. La reina del Garfio Rojo va agrandando su leyenda.

Gracioso comprobar cómo, antes de la salida, tanto Ana como Ainara ponían el favoritismo la una en la otra. Ana: «Ainara gana seguro, tiene muchísima técnica. Y es la mejor»
Ainara y Héctor, su director: «Circuito para Ana. De mucha fuerza»
La tarde de verano se despedía soleada. Como yo, feliz de conocer esta modalidad de las 2 ruedas y de haber compartido un rato a piñón con las hermanas Usabiaga y con la familia navarro-chilena del Caispe. Aunque esto me da para un próximo artículo.