Otro año más. El tiempo pasa y Francia sigue esperando al elegido, al corredor que haga desaparecer de la mente de los franceses aquella lejana victoria de Hinault en 1985. Más de 30 años ya sin que la Marsellesa suene en los Campos Elíseos. Muchas ilusiones y otras tantas promesas. Jóvenes y más jóvenes cuyo futuro se vio truncado por el ansia de un país que cada vez necesita más un ganador. Francia espera a su héroe.
Cerca estuvo de lograrlo Virenque, cuyas siete victorias en la clasificación de la montaña siempre lucirán más que su segundo puesto en 1997. Desde esa fecha, sequía absoluta. Hasta 2014 ni un solo corredor francés entre los tres mejores de la general. Actuaciones memorables como las de Cyril Dessel en 2007, Feillu en 2009 y, sobre todo, la de Thomas Voeckler en 2011, resultaban efímeras en las mentes del aficionado galo.
En 2014, con el abandono de Froome y Contador, los dos grandes favoritos, eran muchos los aspirantes que observaban, de improvisto, una ocasión perfecta para asaltar el cajón en Paris. De la nada, nombres como el de Thibaut Pinot, Jean Cristophe Peraud, Romain Bardet empezaron a resonar entonces en el ideario colectivo del aficionado francés.
Veinte días después de que el Tour comenzara en Francia y 17 años después de que Virenque acompañara a Ullrich y a Pantani en los Campos Elíseos, un veterano Jean Cristophe Peraud, segundo, y un prometedor Thibaut Pinot, tercero, acababan con el sueño de un hundido Alejandro Valverde y enaltecían al gentío galo en aquel pódium final.
Al año siguiente, un Tour a medida de los escaladores, de los franceses. Sin contrarreloj y con varios finales en alto, las nuevas promesas galas debían ser protagonistas. Más que un deber, una obligación.
Sea como fuere, ya sea por la presión mediática o por estar presentes corredores con un nivel superior, en la primera llegada en alto camino de La Pierre St-Martin, las esperanzas francesas se hundían. Todas, sin excepción. Brillaron después logrando importantes triunfos de etapa en los Alpes -Bardet en St Jean de Maurienne y Pinot en L´Alpe d´Huez- pero las aspiraciones en la general se habían esfumado.
2016 se presenta pues como el año de volver a volver. De volver a soñar, de volver a creer. Francia entera sueña con un ganador de casa. Sueña con Pinot de amarillo, con Bardet en lo más alto del cajón o con Barguil demarrando camino del Mont Ventoux. Soñar es de valientes dicen.
Lo cierto es que abundan razones para soñar, para creer. Un Pinot cada vez más sólido en montaña y con varias victorias contrarreloj; un Romain Bardet que por poco causa la sorpresa en el pasado Dauphiné; y un Warren Barguil que, junto con Miguel Ángel López, fue la sensación de la pasada Vuelta a Suiza. Francia sueña, y sueña con razón.