Pocos poseen la virtud de sorprender. Solo algunos elegidos han sido dotados de la perfecta capacidad para aparecer cuando ni siquiera ellos mismos se esperan. El poder de emerger, de brillar con luz propia cuando los focos alumbran a otros mal llamados “favoritos”. Vasil Kiryienka es, sin duda, uno de ellos. Tímido como pocos en el pelotón, el bielorruso suele mostrarse sonriente y bromista en las distancias cortas. Debutó en el Tinkoff Credit System en 2007, pero fue en el Caisse d´Epargne, después Movistar, donde maduró como ciclista. Poco necesitó para convertirse en uno de los hombres de confianza de Valverde. Siempre al lado del murciano en La Vuelta, encontraba en la corsa rosa una bonita oportunidad para brillar con luz propia. Siempre activo, hubo que esperar a 2011 para verle alzar los brazos en la ronda italiana.
Una larga fuga y un poderoso ataque en las rampas “extraterrestres” del Colle delle Finestre fueron el preludio de una de las celebraciones más emotivas que recuerdan nuestros ojos. Una aventura de más de 50 km en solitario que culminó en la meta de Sestriere. Allí miró al cielo y alzó los brazos con más significado que nunca, con una sonrisa claramente dirigida. Xavi Tondo, compañero de equipo y recién incorporado a la escuadra telefónica, había fallecido días antes. Su fallecimiento estremeció al Giro y al Movistar. Brindarle un triunfo era ya más que un objetivo una obsesión. Otros lo intentaron fue él. Vasil. El bielorruso que ya chapurreaba castellano, el hombre tímido y frío que jamás pensamos ver llorar. El hombre, que cuando nadie lo esperaba, sorprendió.
Sorprendió entonces y sorprendió también este año. Había vuelto a ganar en el Giro, esta vez en la contrarreloj individual que a la postre marcó la carrera, y había logrado un prestigioso triunfo en esta misma especialidad en los Juegos Europeos de Baku. Cuarto en la contrarreloj de Burgos de la pasada Vuelta a España y tercero en la última etapa de la Tirreno-Adriático, el bielorruso, a partir del 2013 militante del todopoderoso, parecía sentirse especialmente cómodo sobre la cabra. Soñar con el oro mundialista quizás era una utopía pero porque no repetir el bronce de 2013.
Con ese objetivo salió Vasil en Richmond. De pedalada poderosa y con una posición que poco recordaba a la de sus compañeros Wiggins y Froome, el bielorruso se crecía a cada kilómetro. Las malas sensaciones de un Tony Martin que a cada referencia se alejaba más de su cuarto arcoíris contrastaban con esa sonrisa que se atisbaba en la mandíbula siempre apretada de Kiryienka. Malori, Castroviejo y Coppel marchaban por delante y sus tiempos parecía ser lo único que podía alterar el oro del hombre del Sky. Castroviejo entró primero, Coppel le superó y Malori se salió. El registro del italiano del Movistar era estratosférico. Kiryienka debía volar en los últimos kilómetros si pretendía mantener la ventaja que venía atesorando desde el inicio de la crono. Parecía difícil. Malori había acabado muy fuerte y Vasil quizás no tanto. Su ventaja se había recortado con el paso de los kilómetros y al paso por la pancarta del último kilómetro bajaba por primera vez de los diez segundos.
Un último repecho, no excesivamente duro, parecía ser la tumba del bielorruso. Pero de nuevo sorpresa. El Kiryienka más frío y calculador había venido jugando con las diferencias todo el recorrido. Guardando siempre, se exprimió por completo en esa última ascensión. Al final nueve segundos, nueve instantes, nueve pestañeos y sobre todo, un arcoíris.
La victoria en Richmond de Vasil Kiryienka fue, sin duda, una de las sorpresas del año. Estrenó su arcoíris de la mejor forma posible: victoria en la Crono de las Naciones. Y eso que dicen que el campeón del mundo está gafado.
A 2016 llega con la tranquilidad de haber hecho los deberes en 2015 y con el objetivo de volver a brillar en una especialidad que parece haber descubierto algo tarde. El flamante arcoíris se estrenará, previsiblemente, en la Challenge de Mallorca, y tendrá en el Giro, donde ayudará a Mikel Landa, y en la Vuelta sus picos de forma, antes de afrontar en Qatar su defensa del título.