31 de diciembre. Sinónimo de reconversión. Equivalente a un punto y seguido. Los buenos y malos recuerdos del año se ciernen sobre nuestras cabezas mientras sacuden nuestras emociones y nuestros sentimientos más sinceros. Es inevitable echar la vista atrás. Mucho ha pasado y recordarlo es ineludible. Forma parte ya de nuestra historia. Esa que comenzó hace trescientos sesenta y cinco días y que hoy vuelve a regenerarse.
Conviene agradecer: dar las “gracias”. Es tradición en este día y es también necesario. Gracias por cada pedalada, por cada triunfo, por cada gota de sudor y por cada grito de pasión. Gracias por cada “chepazo” bajo la nieve, esa que encumbró a Nairo en el Terminillo, o bajo el más cruel de los termómetros. El calor, la lluvia, el frío y el viento. El ciclismo también es eso. Es sufrir como en Catalunya lo hizo Porte ante un incansable Valverde. Es crecerse ante la adversidad. Derrotarla aunque nos supere en número o en fuerzas. Hundir los miedos y emerger la valentía, esa que llevó a Stannard a vencer al Ettix en el Omloop.
Los baches también existen. Nada en la vida es lineal. Y si lo es, es que algo falla. Tan necesarias son las caídas como el momento de levantarse. Tan necesario es el asfalto liso como el más agreste de los adoquines. El adoquín de Flandes, propiedad de Kristoff, y el de Roubaix conquistado en buena lid por un Degenkolb a quien ni siquiera un inoportuno tren pudo parar.
Con baches o sin ellos, el público siempre esta ahí. Con altibajos, ya no solo en el asfalto, el ciclismo siempre ha conservado a sus más fieles defensores y Bélgica sea posiblemente la expresión más clara de este hecho. Huy, La Redoute o Ans son nombres que año tras año, bache tras bache, edición tras edición, dejan su sello en el calendario, igual que una temporada más lo dejó un Valverde que parece tener carga infinita para sus ya experimentadas piernas.
A él también hay que agradecerle. A él, a Contador y a Purito. Por ser el motor del ciclismo español durante tantos años, y por luchar, día a día por seguir siéndolo. Gracias Alberto por tus inolvidables pedaladas en Mortirolo, por tus disparos en Milán, por tu infatigable resistencia en el Tour, por tu encomiable resistencia a abandonar.
Gracias también a ti Joaquim. Por tu persistente sonrisa, por tu creciente buen humor y por vencer donde solo tú puedes hacerlo. Por sorprender al mundo brillando en la contrarreloj del País Vasco. Por saber ganar tanto en el sol de Huy como en la lluvia de los Pirineos. Por saber hacer ciclismo.
Lo mismo para ti, Alejandro. Tantas veces incomprendido en un país que solo encumbra a ganadores del Tour, tu palmarés pasará a la historia. Pocos atesoran todo lo que tu con tanto mimo y esfuerzo has conseguido. Clásicas, una Vuelta a España, y este 2015, esa pieza del puzzle que se resistía a encajar: el pódium del Tour. Gracias por tus lágrimas en Alpe d´Huez, por reflejar en ellas lo bello que es este deporte y el sacrificio que implica. Gracias por tu sonrisa en París. Esa que merecías y que llegó.
Olvidar otros nombres sería cuanto menos irrespetuoso. No solo no conviene, sino que sería de ingratos hacerlo.
Froome. Ese ilustre caballero inglés nacido de la sombra de un Sir y que hoy atesora tanto o más carácter y pundonor que el veloz Wiggins. Reinaste en una Francia que te rechazaba sin razón y sin fundamentos y meses más tarde sufriste, hasta la extenuación, en una Vuelta a España de la que, hasta con una fractura en el pie, resistía a marcharse.
Aru. Ese niño con demasiadas ganas de convertirse en hombre. Esa sonrisa pícara que deja al descubierto su juventud, desvergonzada eso sí. Desvergonzada porque pedalea sin miedo. Sin miedo a retar a todo un Alberto Contador en el mismísimo Finestre. Sin miedo porque Dumoulin y Morcuera quedarán ya para la historia.
Gracias también a ellos y gracias también a Landa. Por aparecer. Por alumbrar de luz a un ciclismo español ávido de un nuevo nombre, de un nuevo líder. Gracias y suerte. Suerte en Sky, suerte en el futuro, ese que sin duda, por merecimientos y logros, te debe ser favorable.
A ti también Sagan. Por ser el rey del humor. El ciclista más ciclista. El que más disfruta de este deporte. El más feliz sobre una bici. Al que ni mil segundos puestos apagan la sonrisa. Al que un Mundial le era ya necesario. Al que en 2016 vestirá de arcoíris.
Gracias a todos. A ellos y a quienes por espacio y por tiempo no se puede nombrar. Vista atrás. Esa que tantas veces se critica en ciclismo por ser sinónimo de conservadurismo. Vista atrás para ver todo eso. Mirada a la espalda para recordar. Para ver. Para sentir. Para emocionarse. Para que en 2016 vuelva a verse ciclismo.
Gracias a todos. Y a ti también. Por leer. Por estar. Y por hacer grande este proyecto: el Peloton.
Gracias.
Gracias a ti, Jesús, por haber llegado a El Pelotón con esas ganas de hacer a esta web aún más grande.