Una ciclogénesis explosiva recorre España. La primera del otoño cuando éste ni siquiera ha empezado aún. La lluvia y el viento vuelven a reinar. El cielo retoma un color grisaceo que raramente aparecía en verano. El adiós al calor y volver a volver. Volver a lo del año anterior, a las bajas temperaturas, al aroma del tiempo pasado, a ese sabor que no se olvida, a eso que aunque pasen las olas más calurosas del mundo sigue ahí. Vuelve el otoño, y volvió Rebellin.
Más allá de sus escándalos por dopaje, la figura del flamante corredor transalpino siempre estuvo, está y estará ligada a la palabra «clásica». Al fin y al cabo no todos pueden presumir de ganar las tres clásicas de las Ardenas el mismo año (sólo él y Gilbert). Escenarios míticos como Huy, el Cauberg o la empinada Redoute se han rendido ante sus 170 cm de correoso clasicómano. Estas y otras carreras como la Paris-Niza de 2008, adornan el palmarés de un corredor tan adorado como criticado. Siempre polémico, a sus 44 años, Davide no descansa. Su raza y valentía siguen vivas, y hoy, más que nunca.
69ª edición de la Coppa Agostoni y Rebellin en línea de salida. Por delante de él, muchos corredores en las quinielas. El anterior ganador Bonifazzio, el siempre correoso Scarponi, pero sobre todo un envalentonado Nibali que regresaba a la competición después de su polémica expulsión en la Vuelta Ciclista a España. Su equipo, el Astaná rápidamente tomó la responsabilidad y desde el primer momento encabezó el pelotón. Por delante una fuga, de esas numerosas que sueñan con llegar mientras viven.
Los Zilioli (Androni), Postlberger (Bora Argon), Benito (Caja Rural), Pozzo (Nippo Fantini), Ballerini (Unieuro Wilier Trevigiani), Tomio (Roth Skoda), Schumacher (CCC Sprandi) y Andriato (Southeast) formaban el grupo de soñadores que marchaba por delante, sin aventarse en ningún momento más allá de los cuatro minutos. Los ocho aventureros se relevaban con potencia y ganas, pero no con las suficientes. Su diferencia poco a poco se vio reducida hasta ser cazados a casi 50 km de meta. Entonces empezó el festival celeste.
Nibali estaba enrabietado. Lo sabía él, todo el pelotón y todos nosotros. Abandonar la Vuelta de la forma en que la abandonó fue duro, tanto para él como para el espectáculo. Pero lejos de arrugarse Il Squalo buscaba el triunfo. Ponía a su equipo a tirar más fuerte que nunca y hacía sufrir al pelotón. Los últimos kilómetros eran llanos y sabía que debía ser en la última cota cuando debía acelerar. Debía acelerar y lo hizo. Con él se fue Scarponi, en busca del festival. Y con ellos, la nube del pasado que buscaba oscurecer el celeste paisaje de Astana. Rebellin marcaba de cerca a sus dos compatriotas y juntos abrían hueco.
Juntos coronaron el último repecho, pero la diferencia no parecía suficiente. Scarponi tiraba con fuerza pero el hueco no superaba los 45 segundos mientras que aún restaba más de 35 km para el final. La meta se acercaba, pero también lo hacía el pelotón. Un poderoso Lampre-Mérida tiraba con la ayuda del Trek para echar abajo el intento del trío italiano. Bonifazzio y Nizzolo podían optar al triunfo y ponérselo en bandeja a los aventureros que marchaban por delante no era una opción. De hecho no lo hicieron, pero de hecho, no sirvió para nada.
A falta de 5 km la diferencia era de 15 segundos para el trío de cabeza. Relevos convencidos por delante y cada vez más tímidos por detrás. El pelotón los veía pero inalcanzables. Scarponi cedía y era Nibali quien lanzaba el ataque. Rebellin a su rueda buscaba su distancia sin perder de vista la arrancada de un joven Bonifazzio decidido a reeditar victoria. Davide miró, ajustó el cambió y se lanzó. Se lanzó con ganas, con las ganas de quien casi 20 años después, sigue con la misma ilusión de aquel joven que empezó en el GB Maglificio. Superó a Nibali y elevó los brazos. Había vencido. Por primera vez en este 2015, por primera vez en esta prueba. Pero seguro, que no será la última. Para él, nunca lo es.