Hace unos días un artículo de esta casa provocaba más de una y dos opiniones de todos vosotros, la noticia salía de nuestro compañero Miguel Triviño, y se titulaba «La Vuelta de la vergüenza». Pues bien, en mi caso sin entrar en la mejor o peor disposición de los corredores que están luchando por la carrera, o los recorridos propuestos por la organización que están haciendo que nos estemos acostumbrando a ver en nuestra ronda los ataques de las vallas, lo que sí que es cierto es que ha habido mucho corredor secundario en estas dos semanas que han tenido que tirar de «mucha cara» para ser protagonistas por un día o por varios.
Ya el segundo día, un colombiano de los que casi nadie tenía en mente, Esteban Chaves (Orica-GreenEdge) daba la sorpresa venciendo en el Caminito del Rey, y se colocaba como primer líder de la Vuelta, ya que el día anterior el paseo por equipos por Marbella de poco o nada había servido. Pues si no tuvo con dar la campanada un día, repitió en Cazorla, y además recuperando el liderato. Ambas victorias en enclaves perfectos para corredores de mucha más trayectoria y galones como Valverde o Purito. Además el del conjunto australiano ha vestido 6 días La Roja, el corredor que hasta el momento más días ha tenido el maillot de líder este año.

Entre los sprinters también ha habido algún que otro descarado, como el caso del jovencísimo «aussie» compañero de Chaves, Caleb Ewan, que en la primera volata pura daba en las narices a todo un vencedor de Milán-San Remo y Paris-Roubaix, John Degenkolb. El sprinter germano, con hasta nueve parciales en nuestra Vuelta a España, volvió a ver como otro jovencito se le subía a las barbas, en este caso en Castellón. El italiano Kristian Sbaragli otorgaba un triunfo valiosísimo al conjunto sudafricano del MTN-Qhubeka, incrementando la increíble historia tras lo ya conseguido en el Tour de Francia con la victoria en Mende de Stephen Cummings. En Lleida, otro de los futuros grandes sprinters del pelotón, Danny van Poppel se llevaba el triunfo, aunque en este caso Degenkolb se quedaba lejísimos del holandés del Trek.
En cuanto a la montaña de verdad, también hubo varios «sinvergüenzas». Empezando por el final, vimos como en la tan esperada etapa con final en el alto asturiano de Ermita del Alba, un corredor ya de vuelta de todo se llevaba una impresionante victoria: Fränk Schelck. El luxemburgués aprovechó la «poca vergüenza torera» del pelotón en el día de ayer, que les permitía marcharse con más de 20 minutos de ventaja a pie del Cordal, para volver a mostrar lo que fue un día. Tras una ascensión descomunal a La Cobertoria en la que solo el colombiano Rodolfo Torres pudo soportar su ritmo, en la última subida se deshizo de él para llegar de manera muy destacada a la línea de meta.

Por detrás entre los favoritos entraba aguantando como un titán el penúltimo de nuestros «desvergonzados», el increíble Tom Dumoulin, que veremos si mañana en la crono de Burgos no se hace con el liderato de la carrera y que pueda acabar dando la campanada en Madrid. Sin duda, si un día le «echó toda la jeta del mundo» fue el día del final la subida a Cumbre del sol, donde le quitó en los metros finales las pegatinas a dos colosos del ciclismo como Purito y Chris Froome, después de que él mismo hubiera atacado a más de 3 kilómetros de meta para además volver a vestirse de Rojo. Ese ataque, sin duda, fue uno de los más lejanos de los que hemos visto en esta Vuelta de entre los que están luchando por la victoria final, quitando el realizado por Fabio Aru en la terrible etapa de Andorra.
Por cierto ese día fue el del mayor «sinvergüenza» de esta Vuelta. Con el pedazo de «Zas, en toda la boca» que soltaba a su equipo el gran Mikel Landa tras cruzar la línea de meta de Cortals d’Encamp, diciendo que «la libertad no me la han dado, me la he tomado yo». Y es que, mientras por detrás venía Aru en solitario tras haber soltado a todos los grandes capos, siendo Purito el último en aguantar al transalpino del Astana, por delante Landa hacía también una increíble ascensión para acabar llegando de manera muy destacada a la meta de la que muchos catalogaron antes del inicio como la etapa más dura de la historia de la Vuelta.
Y es que, queda claro que en esto de ciclismo aparte de piernas y cabeza, se necesita una pizca de suerte y tener mucho descaro y ser un poco «sinvergüenza», para poder inscribir tu nombre en letras de oro en cualquier carrera. Eso sí, ¡benditos «sinvergüenzas»!