Cuando ganas el Campeonato Nacional de tu país, es un buen año para ti. Cuando ganas la Copa del Mundo de ciclismo en carretera, es un enorme año para ti. Cuando ganas el Campeonato del Mundo de fondo en carretera, es, también, un enorme año para ti. Pero ¿y cuando ganas las tres cosas en la misma temporada? Pues entonces no sabemos qué es para ti, pero sí quién eres: Lizzie Armitstead. Y es que la británica de Boels Dolmans logró en el Mundial de Richmond completar su temporada perfecta, su año soñado, haciéndose con el arcoíris que probó quién fue la más fuerte del día, aunque no fuera la ciclista a la que más se vio. El título de Armitstead llegó al esprint en un grupo de favoritas, llegó superando en meta a Anna van der Breggen (Países Bajos), que arrancó demasiado pronto su aceleración final; y a Megan Guarnier (Estados Unidos), que sin ser especialmente veloz en llegadas masivas se colgó el bronce.
Desde el kilómetro 0 se vio que la selección neerlandesa era la que más interés tenía en endurecer la carrera en todo momento, convertirla en una especie de eliminación. Así, problemas como los sufridos mecánicamente por la austríaca Sarah Rijkes no tuvieron perdón y cada ciclista que por A o por B se veía obligada a descolgarse, ya no lograba volver a contactar con el pelotón. La colombiana Laura Lozano lo intentó tímidamente al primer paso por meta, pero los Países Bajos cerraron el hueco, afilaron los cuchillos y pusieron un ritmo infernal con solo 20 kilómetros transcurridos.
Una pequeña intentona de la polaca Zur trató de evitar el control del pelotón, pero en esa ocasión Estados Unidos cubrió el espacio abierto. Con un látigo tremendo a 75 de meta que dejaba el pelotón reducido a 90 unidades, Pauline Ferrand-Prevot (Francia) y Shelley Olds (Estados Unidos) resbalaron en una curva yéndose al suelo con suerte dispar: mientras la francesa lograba empalmar a los pocos kilómetros, la americana se veía relegada a posiciones traseras y, en la mitad final de carrera, al abandono.
Con algo más de tres vueltas para el final de la prueba, la australiana Katrin Garfoot atacaba, Italia perseguía y cazaba, y de nuevo la Aussie de ORICA-AIS lo probaba para tratar de irse en solitario. Fue a 43 kilómetros de la línea de llegada cuando llegó uno de los primeros ataques serios: el de Chantal Blaak (Países Bajos). La potente clasicómana de Boels Dolmans logró abrir un hueco de hasta 38 segundos, siendo cazada a 28 kilómetros del final.
En ese preciso instante llegó otro de los demorase del día, el de la estadounidense Evelyn Stevens, rápidamente neutralizado ante su peligrosidad de cara a la victoria. El grupo más serio del día se conformó a 22 km de la llegada, y lo compusieron nueve mujeres: Lauren Kitchen y Rachel Neylan (Australia), Emilia Fahlin (Suecia), Audrey Cordon-Ragot (Francia), Amy Pieters (Países Bajos), Coryn Rivera (Estados Unidos), Małgorzta Jasińska (Polonia), Valentina Scandolara (Italia) y Romy Kasper (Alemania). Impusieron un gran ritmo, llegaron al minuto de ventaja, pero cuando Jasińska trató de destacarse y fue cazada, se produjo el parón.
Un parón que bien aprovechó el pelotón para dar viveza al ritmo de caza, reduciendo la ventaja a solo 30 segundos cuando quedaban 8 kilómetros. Scandolara y Neylan atacaron de ese grupo, abrieron hueco y llegaron a soñar con el arcoíris. Pero a 3,7 km de meta, en Lobby Hill, fueron absorbidas por un grupo de favoritas en el que Kasia Niewiadoma (Polonia) y Lizzie Armitstead (Reino Unido) eran las más potentes. Se hizo una selección natural por el ritmo, la propia Armitstead trató de evitar el esprint atacando a 700 metros de meta… pero poco importó para ella que al final se llegara en grupo: logró hacerse con el arcobaleno batiendo en la llegada a Van der Breggen y a Guarnier.