Si por algo se ha caracterizado La Vuelta en los últimos años, ha sido por introducir la emoción en la carrera desde el primer día. Primeras jornadas emocionantes y por terreno tan complicado como espectacular, encabezaban la nueva identidad de una carrera que ganaba enteros con el paso de los años. Etapas nerviosas que obligaban a los líderes a centrar toda su atención y que servían, sino para eliminar aspirantes, sí para limitar el amplio abanico
Pues bien, en este 2015, las cosas de momento no están siguiendo esta línea. Si en la jornada del sábado fue la estrambótica e innecesaria contrarreloj por equipos en las playas de Puerto Banús la que resultó un fracaso, hoy ha sido el juego sucio el que ha dejado a la ronda española sin uno de los grandes atractivos de la prueba.
Cuando a algo menos de treinta kilómetros para el final de la etapa una caída cortaba el pelotón pocos imaginaban las tremendas consecuencias de la misma. Nibali estaba involucrado y tras un severo esfuerzo entraba en el grupo de los elegidos tirado por Katusha a falta de 10 kilómetros para la cima del Caminito del Rey, un final tan exigente como bonito, y en el que se podrían marcar las primeras diferencias.
Victoria para Chaves y Nibali se deja varios segundos con los máximos favoritos a la victoria final fruto de las fuerzas gastadas en la persecución. Hasta ahí todo normal. La noticia saltaba cuando minutos después del desenlace de la etapa comenzaba a circular por las redes sociales un escandaloso vídeo de Nibali agarrado al coche de Astaná durante varios centenares de metros en plena persecución.
Horas y horas de deliberación a partir de ese momento en la cúpula de la carrera para que, a eso de las 9 de la noche se anunciara la noticia: Vincenzo Nibali había sido expulsado de la Vuelta Ciclista a España 2015. Decisión inapelable y firme. Que cambia una carrera y que sin duda apaga la temporada de un corredor que aspiraba a lo máximo en esta carrera. Una pena para el espectáculo pero una alegría para un deporte que, sin duda, anhelaba un escarmiento para este tipo de actitudes totalmente alejadas de la más pura competitividad.