La Clásica de San Sebastián disputada ayer tiene una palabra que la define a la perfección: catástrofe. Cuando quedaban unos 40 kilómetros para el final, la señal de televisión quedó anulada a causa de un problema técnico en el helicóptero que transportaba la señal de la carrera. Durante más de una hora no vimos otra cosa que repeticiones de los kilómetros iniciales de la carrera. Para cuando se logró recuperar la señal televisiva, faltaban poco más de 4 kilómetros y la carrera estaba decidida a favor de Adam Yates, que había atacado en la última subida y marchaba con varios metros de ventaja sobre el resto del pelotón.
A todos nos extrañó ver al menor de los hermanos Yates preguntar insistentemente por el pinganillo si de verdad había logrado la victoria. El británico cruzó la línea de meta como si la cosa no fuera con él, y no levantó los brazos hasta pasados unos cuantos segundos. La respuesta al por qué de la incredulidad de Yates llegó minutos después: creía que era segundo. Greg Van Avermaet había atacado con anterioridad y marchaba en cabeza, con media victoria en el bolsillo, cuando una moto de carrera le arrojó al suelo (esto, por supuesto, no lo vimos). Yates no era consciente del percance que había tenido el belga y creía haber sido 2º en San Sebastián. Un auténtico desastre.

España organiza cuatro pruebas World Tour a lo largo del año: Volta a Catalunya, Vuelta al País Vasco, Clásica San Sebastián y Vuelta a España. Y, salvo en la gran ronda española, en el resto, especialmente en la Volta, solemos tener muchísimos problemas para ver la carrera. Si en mi mano estuviera, la Clásica de San Sebastián no era una prueba World Tour el año que viene. No ya por no haber podido ver la carrera, pese a ser un fallo mayúsculo, sino por el imperdonable acto de tirar al líder de la carrera. España domina el ranking World Tour individual, por equipos y por naciones y, sin embargo, la imagen que dan nuestras carreras (salvo la Vuelta a España, que en general no suele cometer este tipo de errores) es pésima. El futuro del ciclismo español no sólo pasa por los jóvenes ciclistas que luchan por hacerse un hueco en el pelotón; también hemos de otorgarles carreras en las que puedan destacar y dejarse ver. Y vamos por muy mal camino si no cuidamos nuestras mejores pruebas.