Que la próxima Vuelta a España tendrá buenas dosis de espectáculo es algo fácil de adivinar. Un recorrido atractivo como pocos y una participación entre la que destacan nombres como Fabio Aru, Alejandro Valverde, Nairo Quintana, Mikel Landa así como otros que se irán conociendo conforme finalice el Tour de Francia son ingredientes más que suficientes para que la ronda española siga con la tendencia de las últimas ediciones. Ahora bien, si algo destaca en esta edición es el hecho de que todos y cada uno de los finales en alto sean inéditos. Pero no teman. A pesar de eso, ascensiones como la Ermita del Alba, el Jitu d´Escarandi o la llegada a Els Cortals d´Encamp aseguran altas dosis de emoción. A su vez, y si bien no es un final en alto, este año la Vuelta llevará a los ciclistas por primera vez a una de las zonas más duras y desconocidas del panorama peninsular: la Sierra Pobre.
Situada entre las provincias de Madrid, Segovia y Guadalajara, parece siempre a la sombra de la todopoderosa y omnisciente Sierra de Guadarrama. Entre sus casi deshabitadas poblaciones, rugosas y empinadas carreteras parecen serpentear por aquellas laderas de pizarra. Con ella son construidas casi todas las viviendas aún hoy en pie, dando nombre a la arquitectura autóctona de la zona, “la arquitectura negra”. Entre sus bellos parajes transcurrirán los corredores el jueves 10 de septiembre. Se adentrarán en sus desfiladeros con la subida no puntuable de Campillejo y al llegar a Majaelrayo afrontarán la que es sin duda la subida reina de la provincia de Guadalajara: EL PUERTO DE LA QUESERA.
Con casi 27 kilómetros y una pendiente media cercana al 3%, esta ascensión esconde mucho más de lo que dicen sus números. Si bien algunos solo consideran como puerto los últimos 7 kilómetros, es más que probable, que algunas de las piernas más fiables del pelotón se retuerzan en esos 20 primeros kilómetros de ascensión. Allí se esconden, sigilosos por los continuos descansillos que los hacen imperceptibles a los números globales, desniveles cercanos al 20 % y un rugoso hormigón. La cosa no acaba ahí. Superado este primer tramo y tras pasar por el río que da nombre a esta ascensión (o viceversa, esas cosas nunca se sabrán con exactitud), la carretera vuelve a levantarse, esta vez para no descansar hasta su cima. Las pendientes rara vez alcanzarán los dos dígitos, si bien tampoco bajarán del 5%. Siete kilómetros constantes, con medias cercanas al 6-7 % y que supondrán un señor desafío para los que se encuentren peleando a esas alturas por el triunfo final. Desde su cima, a 1740 m, los ciclistas descenderán fugaces hacia la localidad de Riaza, ya en la provincia de Segovia, sin sentir la magnitud de todo su alrededor. Sin observar las lindezas de una zona que guarda, casi impenetrables, recónditos y sigilosos parajes como Peñalba, Alto Rey o el Hayedo de Montejo. Pero eso será otra historia…
Comentar que los hayedos cercanos son el Hayedo de la Pedrosa, en el mismo descenso del puerto hacia Riaza, y el Hayedo de Tejera Negra, en el municipio de Cantalojas, no el Hayedo de Montejo.
En cuanto a la etapa, ojo con el asfalto de la carretera que va desde el pueblo de Ayllón hasta que entran en la provincia de Guadalajara, como no lo arreglen eso va a ser peor que el pavés! y el descenso de La Quesera también tiene su miga.