Hoy 31 de mayo acabó uno de los Giros más emocionantes, nerviosos y vibrantes de los últimos años. Día tras día sin descanso. Nada faltó en un Giro espectacular como poco. Los corredores pelearon como nunca y sufrieron como siempre. Todos tuvieron un día malo. Ninguno se libró del poderoso rugir de Alpes y Dolomitas. Ni siquiera Contador pudo evitarlo. El sterrato de Finestré tenía reservado al pinteño un particular via crucis. La sombra de la duda se cernió rápido sobre él y su manager Oleg Tinkoff quien apenas podía dar crédito a lo que estaba viendo. Su pupilo quedándose en el que es su terreno. Pero allí, en su terreno volvió a resucitar y a vencer en una carrera que ya dominó en 2008 y en 2011. Hoy tocaba celebrarlo, en teoría desde la calma.
Con esa idea partieron los integrantes del Tinkoff. Ataviados con detalles rosas sobre sus bicicletas y en sus calcetines, comenzaron su última andadura en este Giro desde la bella Turín. Por delante 178 kilómetros, perezosos, de esos que todos quieren recorrer rápido, de esos que duelen sin querer, de esos que pasan más despacio simplemente por las ganas de llegar. Con ese pensamiento salieron no solo los corredores de la escuadra del líder, sino también posiblemente todo el pelotón. Un pelotón con aún alguna rencilla pendiente y sobre todo con la siempre abierta por el maillot rojo de los puntos. Nizzolo partía de Turín portando tan disputada maglia, pero con Viviani y Modolo cerca, quizás demasiado. Todo parecía destinado a decidirse en Milán, en ese circuito técnico y peligroso, perfecto para valientes.
Y los valientes, aparecieron. A falta de casi 40 kilómetros dos corredores saltaban de un pelotón tirado por los hombres del líder. Sin que nadie diese importancia a su movimiento, Keisse y Dukbridge se marchaban. Los corredores del Etixx y del Orica respectivamente, avanzaban incombustibles mientras el pelotón conseguía mantener la diferencia inferior al minuto. Pocos daban opciones a esta fuga. Pocos acertaron. Una vez en este Giro los pronósticos fallaron. Esos que vieron en Aru el principal rival de Alberto en las primeras etapas, esos que jamás colocaron a Landa como posible candidato al pódium final, esos que pensaron que Contador arrasaría en Finestre, esos que hoy pensaron que habría sprint. La sorpresa saltó una vez más y a pesar del ritmo impuesto por los hombres del Trek, del Lampre-Merida y del Giant, los dos valientes pasaban con suficiente ventaja sobre la pancarta del último kilómetro.
Dukbridge vigilaba al belga del Etixx. Quizá temeroso o simplemente inseguro. Según avanzaban los metros el del Orica se hacía cada vez más pequeño ante un calculador y meticuloso Keisse que no dudó en esperar y mantener la cabeza fría. Y ahí estuvo la clave. El australiano espigado corredor del Orica lanzó el sprint. Keisse solo tuvo que seguir su rueda y rebasarle. Lo cierto fue que lo hizo fácil. Levantó los brazos y pocos segundos después demostró la esencia de este deporte abrazando y felicitando a su compañero de fuga.
Por detrás la pelea del sprint poco contaba ya, pues salvo hecatombe Nizzolo ganaría la general de los puntos. Así lo hizo el joven corredor del Trek y así acabó un Giro, español como pocos y donde más que nunca nada fue lo que parecía ser.