Castiglione della Pescaia. Poco más de las cinco de la etapa y un grupo enorme de ciclistas alcanzan las calles de la localidad de la Toscana italiana para dilucidar el vencedor de la sexta etapa del Giro. De pronto a poco más de 150 metros de la meta, una cámara fotográfica detiene el tiempo, pero no de la manera que acostumbran estos «inventos del demonio». Una multitudinaria caída a unas velocidades de vértigo. Daniele Colli del Nippo-Vini Fantini se lleva la peor parte, pero a los aficionados españoles se nos para el corazón al ver el rosa en el suelo.
Alberto Contador, el gran líder, la esperanza española de volver a dominar en territorio transalpino, es uno de los afectados, aunque parece poca cosa al verle montarse de nuevo en la bicicleta y cruzar la meta sin aparentes problemas físicos. Minutos después al verle en el pódium rechazando ponerse la tan codiciada Maglia Rosa, y echarse la mano al hombro, todos nos echamos a temblar.
Twitter se vuelve en un río de pólvora. Todo el mundo queriendo saber que sucede con el de Pinto. Minutos de informaciones contradictorias, hasta que finalmente, pasadas las siete, conocemos el parte médico del «pistolero», que dice que en esa caída ha sufrido una dislocación en el hombro.» ¡Vaya por dios, que mala pinta tiene esto!», fue lo que pensamos muchos, y más cuando lo siguiente que conocíamos era que Alberto confirmaba que saldría al día siguiente para cubrir los 264 kilómetros que llevan a Fiuggi, pero sin ninguna garantía de que pudiera acabar.
Los fantasmas del pasado Tour de Francia, donde también se vio obligado a abandonar por culpa de una tonta caída en el descenso de un puerto en esa primera semana, sobrevolaba la Corsa Rosa. Pero finalmente, Contador, veinticuatro horas después alcanzaba la llegada de Fiuggi, con dolores pero con los mejores. Al día siguiente en Campitello Matese, primer puerto de entidad de este Giro, Alberto aguantaba con solvencia los ataques de Fabio Aru y Richie Porte, permitiéndose el lujo incluso de picarle dos segundos a ambos en un sprint bonificado. Para acabar la primera parte del Giro como líder, magullado y vendado, pero líder al fin y al cabo, en San Giorgio del Sannio, tras sufrir un nuevo envite del pletórico Astana.
Tras esta exhibición del pinteño a muchos se nos viene una pregunta a la cabeza, «Si cuando me duele un poco la rodilla o una muñeca «me tiro del barco» ante cualquier proposición que conlleve una actividad física, ¿cómo hace este tipo para hacer kilómetros y kilómetros encima de una bicicleta con un hombro de aquella manera?». Pues se ve que sí, y si hacemos memoria, varios son los casos parecidos que se nos vienen a la cabeza.
El principal, es el de Tyler Hamilton, que por dos veces superó el dolor de tener la clavícula fisurada tras sufrir sendas caídas, para alcanzar la gloria. En la misma carrera que Alberto busca entrar en el «hall de la fama», el americano en el año 2002 fue capaz de subir al segundo escalón del pódium después de sufrir un tremendo golpe en la quinta jornada, y desde entonces soportar el sufrimiento por partida doble, para imponerse a él y quedar solo por detrás de Paolo Savodelli en Milán, tras ser el mejor en la crono individual de la decimocuarta etapa. Un año después, y tras llegar al Tour con Lieja y Romandía en su haber, Hamilton se iba al suelo en el prólogo inaugural de París, para desde entonces ir día tras día, de nuevo con la clavícula fisurada y culminar la gesta con una exhibición a cinco días del final que dio la vuelta al mundo. Camino de Bayona en el ascenso al último gran puerto de aquella edición, el Col de Bagarguy, Hamilton soltaba un tremendo estacazo a su compañero de fuga aquel día, Juanmi Mercado para hacer los últimos 100 kilómetros en solitario y acabar alcanzando la línea de meta con margen suficiente con un pelotón que, a pesar de tirar por detrás a tope, fue incapaz de atraparle. En el regreso a París, veintiún días después de su caída en el mismo lugar, Hamilton entraba en los Campos Elíseos como cuarto clasificado a tan solo dos minutos del pódium. ¡Impresionante!
Este no fue el único caso sonado en la Grande Boucle, por ahí quedaron Alex Zülle en 1996 que tomó la salida con una clavícula recién «atornillada» para lograr la victoria en el prólogo inaugural en tierras holandesas y vestir de amarillo los tres primeros días, o más recientemente el galo Jean-Christophe Peraud, aunque en su caso más fatídico, en la edición de 2013 y en plena pelea por entrar en el top5 de la general, se disputaba la última decisiva crono en Chorges, pero en el reconocimiento matinal del recorridoel galo se iba al suelo y se fastidiaba también su clavícula. Aún así tomaba la salida para hacer una de las mejores cronos de su vida, marcando unos grandes registros en todos los puntos intermedios nada lejos de los mejores, pero en la misma curva que por la mañana a apenas un kilómetro de la llegada, Peraud se volvía a ir al suelo, se golpeaba en la misma
zona, y ahí sí tenía que despedirse de la carrera.
Mucho más rocambolesca, que no por ello, igual de meritorio, fue el sonadísimo atropello sufrido por el mediático Juan Antonio Flecha y Johnny Hoogerland, que eran levantados por los aires mientras estaban metidos en la escapada buena del día a 34 kilómetros de la meta, por un coche de la organización, y enviados contra una valla donde el holandés se llevaría la peor parte, con varios cortes que requirieron hasta 33 puntos de sutura, una vez que llegó a la línea de meta de Saint-Flour, 16 minutos después de sus compañeros de fuga realizando toda una «hombrada», sangrando abundantemente durante ese periplo hasta la llegada.
Todos ellos, grandes héroes que demostraron ser ejemplo para cualquier persona, superando duras adversidades y dolores difícilmente imaginables. Veremos si Alberto es capaz de lograr culminar la gesta dentro de dos semanas, aunque consiga o no consiga el Rosa en Milán ya habrá merecido toda nuestra admiración y respeto. ¡Grandes!