Dicen algunos atrevidos que un segundo sigue siendo un segundo ya se esté sufriendo o disfrutando del mayor de los placeres. Dicen que cuando Kronos ideó el tiempo lo hizo perfecto, inquebrantable, impenetrable para la imperfección humana. El ser humano no podría alterar el paso de los minutos y de las horas, no tendría el poder de detener el segundero de la vida ni acelerar los instantes. Al menos, eso es lo que cuenta la mitología. Al menos eso es lo que relatan las cientos de leyendas referidas a tan afamado episodio. Al menos eso era así hasta que el asfalto sirvió para recubrir paredes. Hasta que la escalada empezó a practicarse sobre una bicicleta. Hasta que un día cualquiera apareciera el Muro de Huy.
Con rampas de más del 26 % y una longitud cercana al kilómetro y medio, la subida a la capilla de Huy es, desde su aparición en el calendario, uno de los retos a los que todos los corredores temen enfrentarse. En sus eses el tiempo se detiene. Kronos se muestra vulnerable y los segundos parecen minutos. La respiración aquejada de quiénes osan ascenderlo combina a la perfección con el griterío de quiénes disfrutan con el sufrimiento inhumano de sus ídolos. El pedaleo sigue entonces el ritmo de un tambor. Cada pedalada parece marcar el compás de un corazón que alcanza en sus rampas los límites más insospechados.
Allí, en sus 1300 metros se decide cada año la segunda de las clásicas de las Ardenas. La Flecha-Valona se disputa desde 1936 días antes de La Doyenne, pero no fue hasta 1983 cuando Huy se incluyó en su recorrido. Desde entonces, la victoria siempre se ha decidido en sus rampas. 2014 no fue una excepción. En la pasada edición los ataques corrieron a cuenta de Mollema, Arredondo, Daniel Martin o de Kwiatokowski, vencedor el pasado domingo en la Amstel. Aún así, todos fueron valdíos. Regulando y señorial, una bala azul y verde emergió hace un año en aquella brutal colina. Alejandro Valverde, conjugando como pocas veces piernas y cabeza arrancó a 200 m, sin mirar hacia atrás, para alzarse así con su segundo triunfo en la clásica belga tras su victoria en la edición de 2006.
Mañana Alejandro y todos sus rivales deberán enfrentarse a una nueva Flecha Valona. Así como ocurrirá en la etapa del próximo Tour de Francia que finalizará en tan afamado muro, la carrera cambiará su tradicional itinerario e introducirá una nueva cota, la Cote de Chevare, a tan solo 5 kilómetros. Sus rampas, más suaves que las de su hermano mayor, servirán sin duda para romper la carrera y tal vez para permitir a algún valiente llegar en solitario al inicio de la última ascensión. Con 200 kilómetros, tres ascensiones al muro de Huy y varios muros de menor pendiente, la carrera se plantea como un desafío a los más afamados clasicómanos.

Como ya hemos dicho, Valverde defiende título y como el pasado domingo en Valkenburg, corresponderá al Movistar adoptar el papel de patrón de la carrera. Pero el murciano no estará solo. Kwiatkowski llegará con confianza tras vencer recientemente en la Amstel y romper así la maldición del arcoíris. Le acompañarán otros nombres como Daniel Martin, que buscará desquitarse de su segundo puesto en la pasada edición; Vincenzo Nibali, deseoso de volver a intentarlo tras su sorprendente fuga en la clásica de la cerveza; Bauke Mollema, con ganas de conseguir su primer triunfo con los colores del Trek; Purito Rodríguez, siempre candidato a pesar de sus problemas en la Amstel; Philippe Gilbert, quien demostró estar en un buen momento de forma con su ataque en el Cauberg; así como otros corredores como Rafal Makja, Cristopher Froome, Rui Costa, Dani Moreno o Carlos Betancur que intentarán sorprender y romper todos los pronósticos.
Los candidatos son muchos pero la victoria solo tendrá un nombre, el de quien consiga domar el tiempo y hacer que el sufrimiento pase más rápido, que los latidos sean menos doloridos, que la respiración sea menos aquejada, que el tiempo vuele tanto como sus piernas.