No ha dado opción. Ha realizado una carrera perfecta y ha sabido moverse en el momento oportuno. Jhon Degenkolb (Giant Alpecin) ha levantado los brazos en el velódromo de Roubaix tras realizar una exhibición de fuerza que queda para la historia de la Paris Roubaix. Tras el alemán, han entrado los siempre valientes Zdenek Stybar (Etixx Quick-Step), que ha realizado una gran remontada para subirse al podio, y Greg Van Avermaet (BMC), que tenía media carrera en el bolsillo hasta que la bestia alemana llegó por detrás.
Todo comenzó horas antes. Pasadas las 10 de la mañana, la clásica por excelencia daba comienzo en París. Por delante, más de 250 kilómetros en el que los ciclistas tendrían que superar más de 7 millones de adoquines. Degenkolb, que hizo segundo el año pasado en Roubaix, era consciente de su oportunidad. Sin Cancellara y sin Boonen, la carrera tenía más opciones de resolverse al esprint. Pero había que ser fríos y esperar el momento justo. Esta carrera no da segundas oportunidades, y Jhon, joven pero experimentado, lo sabía. Y comenzó.

El monumento francés transcurrió, más o menos, según lo previsto. El primero de los grandes en probarlo fue Bradley Wiggins (Sky), con una arrancada en un tramo de pavé (Templeuve) no demasiado exigente a algo más de 30 kilómetros de meta, pero, al llegar a la altura de Vandenbergh (Etixx Quick-Step), la primera bala que había gastado Etixx, frenó. Reagrupación. La carrera entraba en el mítico Carrefour de l’Arbre (a 17 Km) totalmente abierta. Roelandts (Lotto Soudal), metros antes de entrar en el más sonado tramo adoquinado del interior de Francia, fue el primero en probarlo y llegó a tener 20 segundos de ventaja. Por detrás, Terpstra, defensor del título logrado el año pasado, endurecía la carrera sabedor de que tenía que seleccionar la carrera si quería repetir victoria. Pero, con Degenkolb pegado a su rueda, no pudo abrir hueco. Tras salir del infierno que supone a los ciclistas el Carrefour de l’Arbre más de 2 kilómetros respirando polvo sobre un adoquín que parece no tener fin, llegó un momento de parón que resultó decisivo. Van Avermaet (BMC) y Lampaert (Etixx Quick-Step) atacaron y, ante la falta de respuesta de el resto de corredores, abrieron hueco. Parecía que la victoria se la jugarían entre ellos dos. Pero por detrás despertó la bestia.
Había llegado el momento. Degenkolb, que había realizado una carrera absolutamente perfecta, sabedor de que el dúo de cabeza tenía mucho peligro, arrancó. El alemán necesitó 3 kilómetros y un tramo de pavé (Willems-Hem, el último con dificultad) para cazarlos, en una exhibición de fuerza digna de recordar. Ya sin pavé por delante, la carrera estaba completamente rota. Sagan (Tinkoff Saxo) quedó descartado por problemas mecánicos y Kristoff (Katusha), al que todos catalogaban como gran favorito tras su victoria en el Tour de Flandes, no andaba con buenas piernas. Degenkolb, que llegó a la cabeza con una facilidad pasmosa, solicitaba relevos a sus compañeros. Pero estos, sabedores de sus nulas posibilidades jugándose la carrera al esprint, no pasaron al relevo. Justo antes de entrar en el mítico velódromo de Roubaix, en el último tramo adoquinado, de apenas 300 metros que no presenta dificultades (Roubaix) Stybar (Etixx Quick-Step), Boom (Astana), Elmiger (IAM), y Keukeleire (Orica GreenEDGE), enlazaron con el trío de cabeza. La carrera entraba en el velódromo y el ganador de la mejor clásica del mundo se decidiría al esprint. No hubo opción. En las curvas del mítico velódromo francés, Degenkolb hacía valer su condición de esprinter y levantaba los brazos muy emocinado. Tocaba la gloria. Lo había conseguido. Pocos centímetros por detrás, Stybar se imponía «in extremis» a Van Avermaet, que cerraba el podio. Cuarto era un Boom que quizás mereció más y quinto un sorprendente Elmiger.

Jhon Degenkolb ha entrado en la historia del ciclismo. Con sólo 26 años, en su palmarés constan nueve etapas de la Vuelta Ciclista a España, una en el Giro, la Gante-Wevelgem, la Milán San Remo y ahora la Roubaix. Desde que lo hiciera Sean Kelly en 1986, nadie había conseguido ganar la Paris Roubaix y la Milan San Remo en el mismo año . Siendo tan joven, y teniendo en cuenta que los grandes clasicómanos suelen firmar sus mejores actuaciones entorno a los treinta años, las tardes de gloria que le quedan al alemán por delante pueden ser muchas.