Cuando a finales de septiembre del pasado año, se anunciaba el fichaje de Peter Sagan por Tinkoff Saxo (aunque era un secreto a veces desde el Tour de Francia), las expectativas sobre lo que pudiera hacer con su nuevo equipo crecieron sobremanera: cambio de aires, un equipo volcado totalmente en él en las carreras de un día, la interesante dupla que formaría con Alberto Contador…etc. Los jefes del equipo ruso-danés (cada vez más ruso que danés, visto lo visto) se mostraban muy ambiciosos en las primeras concentraciones del equipo en lo que respectaba a Sagan: «Aspiramos a todas las grandes clásicas» «Esperamos ganar al menos dos grandes clásicas con Peter». Y, de momento, nada de nada.
Sagan debutó con su nuevo equipo en el Tour de Qatar y pese a que no consiguió la victoria, tuvo una actuación notable. En la 1º etapa se besó suelo y aún así logró finalizar 4º. A lo largo de la semana, disputó todos los esprints de la carrera y perdió dos manos a manos con Kristoff, eso sí, por centímetros. No había nada por lo que preocuparse, tan sólo eran centímetros ante un rival de entidad. La siguiente parada fue el Tour de Oman, donde, acostumbrado a arrasar en las volatas en las dos ediciones anteriores de la carrera, no hizo prácticamente nada. Eso sí, de no haber llegado la fuga en la última etapa, hubiera ganado ya que se impuso en el esprint del grupo. Finalizaba el mes de febrero y aunque sin victorias, Sagan salía de la travesía de los desiertos de la península arábiga con más ritmo de carrera.
Y llegaba la Strade Bianche, en la que el año pasado el eslovaco fue humillado por Kwiatkowski en la rampa final que llevaba a los corredores al centro de Siena. Tenía ganas de revancha, como se pudo observar. En los tramos de sterrato, Sagan estuvo entre los mejores en todo momento, atento y vigilante en cabeza de carrera. Cuando, en los últimos 20 kilómetros, volvieron los tramos de tierra y el resto de favoritos movieron ficha, Sagan reventó. Literalmente. Hizo Top-30 y de milagro, a casi 10 minutos del ganador Stybar. En el seno del Tinkoff Saxo quisieron quitar importancia a este hecho, argumentando la falta de ritmo de Sagan; en resumen, un mal día. Pero bueno, no había tiempo para analizar, que llegaba la Tirreno Adriatico. En el prólogo inaugural, Sagan se quedó a 5 segundos de Malori; buena actuación teniendo en cuenta que se dejó una cuantiosa cantidad de segundos tras un susto en una curva. Al día siguiente, en el esprint, se le presentó una gran oportunidad de ganar; Cavendish fue eliminado de la lucha por la etapa a falta de 1 Km y Sagan, perfectamente colocado, lo tenía todo a favor. Pero no pudo ser. El belga Debusschere se hizo con la victoria de etapa. Sagan, otra vez 2º. Pero no pasaba nada, el final de la siguiente etapa le venía «que ni pitando»: último kilómetro en subida con pequeños tramos de empedrado. Tinkoff Saxo lo sabía y realizó un trabajo perfecto durante toda la etapa. Sagan, sin embargo, cometió un error de posicionamiento (bastante grave, además) y cuando quiso remontar, ya era tarde. Van Avermaet se hacía con la victoria de etapa. Otra oportunidad, la más clara, perdida. En el podio, recogiendo el maillot de la regularidad, la cara era de circunstancias. Pero llegó el resurgir. Tras el bloque de montaña de la carrera italiana, Sagan consiguió su ansiada victoria: tras una jornada donde la lluvia no cesó, Tinkoff Saxo aceleró en las subidas situadas en la primera parte de la etapa (el mismo Contador colaboró, imagínense si querían ganar) para eliminar al resto de esprinters. Sagan no desaprovechó la oportunidad y se impuso en el esprint (ante rivales menores, todo hay que decirlo). La tensión acumulada se vio reflejada en la celebración, donde el campeón eslovaco pegó un par de gritos que marearon a más de uno en la meta de Sant’Elpido. Por fin lo había conseguido, ganar, algo que no hacía desde junio de 2014.
Y llegó el primer monumento del año, la Milán San Remo. La clásica italiana presenta un trazado ideal para Sagan y cuanto menos, se le esperaba en el podio. Completó una carrera bastante aceptable, hasta el último kilómetro. Bien protegido durante 290 Km, pasó sin ningún tipo de problema el Poggio y trazó las curvas del peligroso descenso de la mítica subida en las primeras posiciones del pelotón. La cosa pintaba bastante bien. Sin embargo, en el último kilómetro cometió otro error de posicionamiento y entró horriblemente colocado en la Vía Roma. Tuvo que remontar, y se quedó a las puertas del podio. Decepcionante, sí, pero pese a todo se logró un resultado medio bueno en la carrera que mejor se le adapta en todo el año.
Y ayer llegaron las clásicas belgas con la E3 Harelbeke, carrera en la que Sagan se impuso el año pasado. Tinkoff Saxo trató de controlar la carrera y cuando llegó el Pateberg, la carrera se rompió. Stybar y Thomas se fueron por delante y Sagan tuvo que reaccionar por detrás. Arrancó en solitario y cogió a los dos corredores con bastante facilidad. El terceto se entendió y a base de relevos aumentaron su ventaja sobre el pelotón. Cuando quedaban 10 kilómetros, la victoria en la prestigiosa clásica belga estaba entre ellos. Sagan daba relevos como el que más y sabedor de su ventaja al esprint era consciente de que le tocaría controlar a sus dos acompañantes. Pero no pudo. Thomas arrancó a 5 kilómetros y dejó completamente vacío a Sagan. Y cuando digo vacío, me quedo corto. El eslovaco entró a 1:30 de Thomas (es decir, perdió casi 20 segundos por kilómetro con Thomas), sembrando el pánico en el seno del Tinkoff Saxo donde precisamente no están para muchas fiestas. Más le vale a Sagan tener una buena actuación en las clásicas venideras si no quiere que se arme un gran revuelo.
¿Qué le pasa a Sagan? ¿Cómo es posible que un corredor de 25 años en plenitud física reviente más de una vez ante sus rivales directos? ¿Ha perdido la confianza? Estas son las preguntas que todo aquel que siga este bello deporte que es el ciclismo se hace. Cuanto menos, es extraño. Eso sí, la calidad del campeón eslovaco no la pone nadie en duda y sería un error descartarlo de cara a las siguiente carreras. Sagan, sabedor de que no está logrando todo lo que se espera de él en este inicio de año, buscará cerrar más de una boca que ya le da por perdido y sobrepasado por el resto de sus rivales. Veremos si es capaz de responder. El Tour de Flandes y Roubaix dictaran sentencia.
No es el verdadero Sagan, este es el falso. El verdadero Sagan vive en Madrid, es de el Aleti y se ha dedicado a la vida contemplativa