Cuando las cámaras de televisión mostraron el duro ataque de Joaquim Rodríguez en la última subida de la Clásica de San Sebastián, como si de una visión se tratase, esbocé una sonrisa. Porque a rueda del campeón catalán iba otro campeón: Alejandro Valverde.
El ciclista de Movistar Team, uno de los mejores ciclistas españoles de la historia, venía de una dura derrota en el Tour de Francia. El objetivo de subir al podio, más cercano que nunca, se había vuelto a escapar. Las fuerzas no respondieron y la carrera se hizo demasiado larga. Una pena. Pero los cinco días de descanso entre el Tour y la Clásica de San Sebastián han sido suficientes para que Valverde haya podido recuperarse físicamente. Porque mentalmente, no ha hecho falta recuperación. «Lo he dado todo, he luchado hasta el final por el podio. Pero no ha podido ser», declaró tras la ronda francesa.
Sin duda, bonita victoria la que nos brindó Alejandro. Con cabeza, aguantó primero el ataque de Joaquim Rodríguez, se quedó después a rueda de Mikel Nieve para coger aliento, y con un potente demarraje logró coronar Igeldo (la nueva subida, gran acierto de la organización) junto al ciclista del Katusha. Después, se confirmó aquello que tanto repiten los que critican a Valverde: «Para ganar hay que arriesgar. Hay que moverse». Y se movió. Y arriesgó. Se lanzó en la bajada, con seguridad. La imagen de Yates en el suelo a la salida de una curva demostraba que el descenso no era broma. Pero el murciano parecía conocer al detalle el recorrido. A enorme velocidad y sin vacilar, con una precisión milimétrica, tomó todas las curvas y se presentó en el bulevar de Donostia con ventaja suficiente para poder saborear la victoria. La que demostraba una vez más su olfato de victoria y su dominio en este tipo de pruebas. «Es su terreno», rezaba algún titular posterior a su triunfo.
Pero no es mi objetivo analizar cómo ha conseguido ganar Valverde. De lo primero que me gustaría reflexionar es del significado que tiene esta victoria en una clásica dura, acorde con sus características como ciclista. Las que le han ayudado a conformar el enorme (y aún en construcción) palmarés que atesora. Ahora bien, y aquí quiero incidir, no solo las clásicas aparecen en esa larga lista de logros. Varias vueltas de una semana (Dauphiné o Cataluña), e incluso la Vuelta a España de 2009; son también grandes victorias. En la opinión de los seguidores de este deporte se repite la idea de que Valverde se ha obcecado con subir al podio de París. Que es esa maldita carrera la que año tras año empaña su temporada. Personalmente, estoy en profundo desacuerdo con esta categórica afirmación. Quien diga que el Tour es origen de todos sus males está olvidando las victorias que ha logrado en la carrera. Está olvidando que en 2005 consiguió ganar a Armstrong en Courchevel. No recuerda que en 2008 ganó la primera etapa y se vistió con el maillot de líder, la prenda que todo ciclista quisiera vestir al menos una etapa. Y parece obviar, que en este año 2014, el de su terrible debacle, ha conseguido su mejor resultado en la general del Tour. Un cuarto puesto, que bien es cierto nos sabe a poco después de haber acariciado durante tantas jornadas la segunda posición. ¿Por qué debe Valverde olvidarse del Tour o de las carreras de tres semanas? Para todos queda claro que, aun en una situación ventajosa, sea por una circunstancia u otra, el cajón de París parece negarse a acoger a Alejandro. Pues bien, tal vez sea el momento de plantear nuevos objetivos. Tal vez la caza de etapas se pueda convertir en su principal reto. Pero olvidarse de una carrera que le ha dado alegrías (y muchos disgustos, cierto es) me parece un error. En lo que sí doy la razón a muchos críticos es en otro aspecto: Alejandro ha descuidado otras citas del calendario por preparar el Tour de Francia. Y eso sí que es algo que debe solucionar. Plantearse pruebas que usa de preparación (o que evita correr) como objetivo, podría darle grandes alegrías. Que el podio se escape año tras año no sería tan grave si ese no fuera el objetivo más importante de la temporada. Cuestión de mentalidad, de cómo afrontar las carreras. Y cuestión de comprensión por parte del aficionado y de los medios de comunicación. Criticar constructivamente, no desacreditar a un campeón.
Los hay que mantienen su crítica al murciano en el argumento de que pese a insistir año tras año en su objetivo y patinar, no ha sabido cambiar y afrontar la temporada de otra manera. Cada vez que escucho esta teoría del fracaso de la insistencia, recuerdo la Vuelta a España del año 2013. El flamante ganador del Tour 2014, Vincenzo Nibali, probó una y mil veces a Horner para intentar recuperar el tiempo que tenía perdido con el americano. Nadie criticó su actitud. Se le aplaudió esa valentía y arrojo, el mismo que ha mostrado en esta edición de la ronda francesa. El año pasado, la recompensa a su actitud fue el segundo puesto en Madrid. Este año, la victoria final y nada menos que tres victorias de etapa. Por su parte, Valverde intentaba este año por enésima vez el asalto al podio. Y la recompensa a todo su esfuerzo, aunque agridulce para muchos, ha sido (como he comentado anteriormente) su mejor clasificación en la general del Tour: cuarto puesto. ¿Por qué motivo se critica la insistencia de Valverde cuando ha tenido un resultado positivo? Sí, puede que no tan positivo como pudiéramos desear. Él mismo, estoy seguro, habría preferido estar en el podio. Pero las fuerzas son las que son.
Esta actitud del aficionado me transmite algo que siempre he percibido: un general odio o menosprecio a un corredor que está marcando (junto a Contador o Purito) una era del ciclismo español. Hay críticas constructivas y opiniones que buscan un cambio por parte del corredor. Pero hay también decenas de comentarios que parecen dignos de personas contrarias a este deporte, o cuanto menos, a Valverde. No encuentro razón alguna para que un corredor como Alejandro pueda generar ese sentimiento en un aficionado a este deporte, en el que cada cual elige a su favorito y respeta a los demás. Parece que en su caso, forma parte de la lista negra de más de uno…
Haciendo un resumen de todo lo que he intentado comentar anteriormente, y en el día después de una victoria que llega tras el aluvión de críticas pos-Tour, me sigo preguntando por qué en vez de valorar el triunfo conseguido se mencionan otros aspectos: la cantidad de pruebas que podría haber ganado, una presunta auto-afirmación de la razón que tenía cada cual al afirmar que el Tour no era su carrera (como si una victoria en San Sebastián fuera argumento suficiente), o cualquier otra minusvaloración de lo conseguido.
Personalmente, y me quedo con esto, creo que tenemos Valverde para rato. Y que ese gran palmarés continuará aumentando con carreras de gran nivel. Por mucho que a algunos parezca dolerles.
Imagen Diario Vasco / Sara Santos