Si algo bonito tiene el ciclismo femenino, y en especial el de categoría juvenil, es que nunca sabes qué pasará. Las apuestas decían que Séverine Eraud sería la vencedora de la crono del Mundial (aunque nosotros confiábamos en Floortje Mackaij), y la francesa no defraudó… pero casi.
Y es que una tal Alexandria Nicholls (Australia) fue la primera en enfilar la rampa de salida. Habitualmente, la primera corredora en empezar está allí par rellenar el hueco, pero la oceánica decidió que era su día. No teníamos referencias, por lo que su tiempo de 11:35 en el primer parcial nos pareció normal. Pero llegaban y llegaban las corredoras y no había quien moviera a Nicholls del primer puesto. Cruzó la línea de meta con un crono de 22:44, a una media de 42,73 km/h.
Pasaban, pasaban, pasaban los minutos y nadie era capaz de mejorar el registro de la australiana. Las grandes favoritas al arcoíris ya estaban rodando por las calles de Florencia, pero ni Iakovenko, ni de Jong, ni Ludwig, ni McRedmond, ni Demidova, ni Mackaij lograron marcar un tiempo inferior al de Nicholls. Una hora sentada en el trono del podio. Una hora soñando con un maillot arcoíris que, en cuestión de segundos se le fue arrebatado. Porque apareció ella, la campeona de Francia, la campeona de Europa… y desde hoy, la campeona del mundo. Exhausta, cruzó la línea de meta. No se lo creía: había conseguido el Mundial por dos segundos. En la segunda parte lo dio todo, cosa que Nicholls no pudo hacer. La pobre Alexandria se tuvo que conformar con una medalla de plata que, seguramente, no le sabe a nada. Y el bronce, para su compañera de selección Alexandra Manly, a ocho segundos de la gloria.
Entre las españolas, actuación muy muy discreta, con Alicia González 45.ª a 2:12; y Alba Teruel 47.ª (de 47), a 2:25 de la vencedora.