Con menos presión que nunca y posiblemente también, el Valverde más sonriente que se recuerda. Tras cumplir el sueño de toda una vida alcanzando por fin el podium de Paris en la pasada edición finalizando tercero tras Chris Froome y su compañero Nairo Quintana, la vida de Valverde cambió por completo. Ese Valverde atenazado por los nervios y la presión había desaparecido. Lo vimos en la Vuelta, apenas unos meses después. Ganando una etapa y atacando donde pocos entendían correcto hacerlo. El Alejandro más valiente, el de sus inicios, el que buscaba únicamente dar espectáculo había vuelto.
Atrás quedaban los fantasmas de un corredor fallón que por un pinchazo, por una caída o por un error táctico dejaba escapar una victoria o un objetivo. Se le veía más sonriente, más relejado. Ese tercer puesto sabía a gloria y cerraba diez años de amores, y sobre todo desamores, con la ronda gala. Victorias en Courchevel en 2005, en Plumelec y Superbesse en 2008 y en Peyragudes en 2012; pero también caídas, abandonos, abanicos, contrarrelojes interminables…
Se cerraba una época. Conseguido su gran sueño, decidió este 2016 afrontar nuevos objetivos. Planeó hacer Flandes, aunque otro objetivo mayor le hizo finalmente posponer su periplo belga: el Giro. El Giro rondaba desde hace años por la mente de Valverde, pero disputarlo significaba decir no a sus opciones en la Grand Boucle. Así, conseguido el pódium, no había motivos para despreciarlo más.
“Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto en una carrera”. Eso dijo Valverde nada más finalizar la última etapa del Giro. En boca de un juvenil, la afirmación sería poco más que un tópico, pero en la de un corredor con pódiums en las tres grandes Vueltas y que apenas unas semanas se había convertido en el rey del Muro de Huy superando al mismísimo Eddy Merckx, significaba mucho. En Italia se le vio feliz. Rompiendo la carrera en el sterrato, firmando una de las mejores contrarrelojes que se le recuerdan, atacando y ganando desde lejos camino de Andalo y, aun sufriendo, subiendo al tercer escalón del pódium tras firmar una penúltima etapa inmaculada.
Ahora llega el Tour, la carrera que por fin en 2015 le devolvió al murciano todo lo que le debía. Esta edición, sin embargo, se plantea muy distinta a aquella para el murciano. Perderá tiempo en las etapas llanas, buscará triunfos de etapa cuando lo últimos metros miren al cielo y será el principal escudero de Nairo Quintana, su compañero en Movistar. Valverde ya cumplió su sueño el año pasado, este año, el sueño es “El Sueño Amarillo”.