Hace ya tiempo que, para desgracia de los sprinters puros, desaparecieron las soporíferas etapas de la Vuelta y el Giro. El Tour, por el contrario, parece querer resistirse. Ayer fue un perfecto ejemplo. 230 kilómetros con un final predecible y sin más emoción que la de un triste sprint intermedio a más de 60 km para la llegada. Al final, fuga neutralizada por un pelotón más confiado y dictador que nunca.
Hoy, otra maratoniana jornada y otras tantas posibilidades de que el desarrollo de la etapa sea el mismo. No obstante, seamos optimistas. El terreno es notablemente más ondulado. La cercanía del Macizo Central -que afrontarán de lleno los corredores en la etapa del miércoles- dificultará, o eso esperamos, la labor del pelotón y la de sus siempre serenos sprinters.
También la meta tendrá su dificultad. Nada que ver con la interminable recta de la jornada de ayer, hoy los corredores tendrán unos últimos 500 m en ligero ascenso. Medio kilómetro con una pendiente media del 5,5 %. Buen día para los Sagan, Van Avermaet, Degenkolb, Coquard y compañía.
Hoy; Cavendish, Greipel y Kittel sufrirán para disputar el triunfo. Un final con algo más de emoción que esperemos sirva para despertarnos del sueño que nos indujo ayer la tercera etapa del Tour. Al fin y al cabo, esto es un espectáculo. Es el Tour.