Sin haberse marcado una temporada estratosférica, no cabe duda de que el ciclista inglés peleará por revalidar su victoria en el Tour de Francia. Así también lo ha decidido el equipo, que pone a su disposición un potente grupo.
Pero no nos engañemos, este año no será el camino de rosas del que disfrutó el año pasado, cuando podía permitirse ser penalizado por avituallarse cuando estaba prohibido, o intentar ataques que más tarde se convertían en una pérdida de tiempo con los rivales. En el Tour del centenario eso daba igual. Pese a todo ganó por más de cuatro minutos. Sin embargo, la presencia de Nibali y Contador, principalmente, convierten esta edición en mucho más atractiva. Solo hace falta echar un vistazo a los resultados de la temporada.
Froome consiguió la victoria en Omán, a principio de temporada, avisando de que seguía ahí. Tras un discreto sexto puesto en Cataluña, donde le vimos en alguna dificultad cuando la carrera enloqueció en Andorra; levantó los brazos en Romandía sin grandes aspavientos. Sin duda fue en Dauphiné donde (no olvidemos, en parte por una caída sufrida en la prueba) le vimos sufrir y perder su puesto en el top-10. La excelente carrera táctica de Talansky, y un ataque de Contador en la última subida, dejaron clavado al inglés, que se tuvo que apoyar en el equipo para no sufrir una aún más calamitosa pérdida de tiempo. Como ya digo, podemos achacar su rendimiento a la caída. Pero, ¿y si…? Los reinados no son eternos, y hay dos corredores (y muchos más equipos) que no se lo van a poner nada fácil. Al conjunto Sky le han cogido la medida.
Sin querer ser pesimista, y sin dudar de que Froome estará muy probablemente en el podio de París, sí que es de esperar que tenga que hacer frente a demarrajes y movimientos de los rivales. Pero no olvidemos: a su favor tiene una larga crono el último día. Lo suficiente como para ganar sobre la cabra este Tour.